No puede ser un encuentro más. El Córdoba de Paco Jémez, revelación del actual campeonato liguero y situado en puestos de eliminatorias de ascenso a Primera División visita mañana Riazor, un estadio que ha vivido semifinales de Champions League no hace tanto y en el que aún resuenan a buen seguro los ecos de aquel Deportivo de la Coruña que comenzó a hacer historia en los años 90 y del que el actual técnico blanquiverde formó parte activa.

Mucho une en lo personal a Jémez con La Coruña y con el Deportivo. Allí tiene "amigos, familia y allí vivo" cuando no es reclamado profesionalmente de otro sitio, recordaba ayer el entrenador cordobesista, recalcando los lazos sentimentales que le mantienen cerca de la ciudad y el club. Pero también subrayando que, en todo caso, "es uno de los partidos más bonitos que se pueden jugar en esta temporada". Contra el Deportivo, líder de la categoría, con un Riazor que registrará una gran entrada, y con el doble reto con el que acude el Córdoba: lograr por primera vez imponerse en el estadio herculino al Dépor (ya lo hizo contra el Fabril) y romper la racha de los de Oltra. Ello supondría garantizar como mínimo la sexta plaza sin mirar lo que hicieran los rivales, aunque blanquiazules y blanquiverdes cerrarán la jornada 31.

"Es un partido muy bonito y especial, de los que gusta jugar. Yo decido quién juega y quién no juega y voy a tener que dejar a mucha gente fuera. No voy a permitir a nadie que no aproveche su oportunidad. Es un partido para demostrar qué tipo de jugador es cada uno y qué tipo de equipo somos. Ese es el punto de partida para poder ganar". Claro que intervienen recuerdos del pasado y sentimientos del presente, pero por lo que hace que el de mañana no sea un encuentro más es porque este Córdoba tiene poco que perder y mucho que ganar. Y en Riazor.