Cuenta atrás. Diez últimas jornadas. El Pitoniso Pito dice que esto está ganado. Pep Guardiola insiste, pícaramente, que esta Liga no la van a ganar. Y el equipo, cómo no, se empeña en ponerle las cosas difíciles al Madrid. Aprieta y por poco ahoga. Visita a Palma, salto del charco antes de viajar a la glamurosa Milán. Partido incómodo, ante un rival que estaba en racha y que, si algo tiene, es espíritu de lucha, de no rendirse nunca, de pelear esperando, cómo no, el fallo del rival.

El Barça, con la calculadora y el cronómetro en la mano, trata de ganar con la ley del mínimo esfuerzo y, sobre todo, con la sabiduría de quien se sabe superior pero, visto lo visto, que está para pocas bromas. Sufrió porque. como dice la tradición, no hay rival pequeño y porque, tras la expulsión de Thiago, afrontó los últimos 33 minutos con 10, pero la picardía de Messi y el oportunismo de Piqué resolvieron uno de esos partidos que, siguiendo con el tópico, pueden significar el título.

En cuanto los culés se pusieron en ventaja con un gol de Alexis que el árbitro se lo concedió a Messi, Pep Guardiola ordenó defensa de cuatro para evitar sustos y ahí acabó todo.