El último fue Paco Herrera. El último en alabar de forma descarada al Córdoba. Su equipo ni siquiera había perdido, pero aún así reconoció que nunca se habían visto obligados a jugar de aquella forma que lo hicieron en El Arcángel. Luego pasaron por la sala de prensa del estadio blanquiverde José Bordalás, del Elche, y Miroslav Djukic, del Valladolid. Curiosamente ya ninguno se deshizo en halagos hacia el Córdoba. Paradójicas resultaron sus argumentaciones. El ilicitano dijo que los cordobesistas habían ido "al límite"; el pucelano se escudó en la temperatura polar: "Un área estaba congelada". El mundo al revés. El Elche quejándose del juego duro y el Valladolid del frío.

¿A qué se debe ese cambio radical de discursos? A que al Córdoba ya se lo toman muy en serio. En la encuesta que realizó este periódico entre los técnicos de la categoría con motivo del final de la primera vuelta, casi todos alababan su juego y reconocían que era la revelación del campeonato. Pero pocos apostaban por que se metiera entre los seis primeros clasificados.

Buen expediente

Después de pasar el Tourmalet con muy buena nota --Celta, Elche y Valladolid no fueron capaces de marcar en El Arcángel y el Almería ganó en el descuento-- ya nadie duda de que el Córdoba es un firme aspirante al ascenso. Se lo ha ganado a pulso, derribando a la mayoría de equipos favoritos, la prueba definitiva e imprescindible para demostrar que sí está a la altura de ellos. Y la afición también se ha dado cuenta de que es posible. Prueba de ello son los cánticos que aparecieron el sábado pasado. "¡Que sí, joder, que vamos a ascender!".

Ahora solo falta que ese poderío lo mantenga ante los más pequeños. En Soria, Jerez, Huelva, Girona... Donde dicen que realmente se ganan o se pierden las ligas. Y los ascensos.