Hace tiempo era difícil conseguir árbitros y que durasen. Los fines de semana eran para dedicarlos al ocio, aficiones, familia o trabajos mejor pagados que el de colegiado de fútbol. Desde que la situación económica se ha ido degradando y muchas personas han perdido el trabajo, la posibilidad de ser árbitro se ve como una salida válida. Ernesto Crespo, presidente del colegio de árbitros de Córdoba, confirma que en los últimos años el número de integrantes ha subido exponencialmente. En la actualidad el colegio tiene alrededor de 250 árbitros, mientras que hace unas temporadas era la mitad. Los requisitos son sencillos y se está produciendo una avalancha de solicitudes. Este factor, en principio es bueno. Ahora los árbitros tienen una preparación cultural, fuera del mundo del deporte, más elevada. Su estado físico ha mejorado. Además, "mira si tenemos demanda que ahora tenemos unos 50 o 60 árbitros preparándose". Deben pasar un curso teórico-práctico y luego "cuando vemos que tienen algo de nivel comienzan a pitar en fútbol siete". Lo cierto es que hace unos años "había árbitros que tenían que pitar tres y cuatro partidos e ir corriendo de un campo a otro y ahora ya no ocurre". De hecho "bastante que algunos pitan un encuentro a la semana, pero hay mucha demanda", algo que es muy bueno porque "hay donde elegir".

Los elevadísimos ingresos de los árbitros de Primera División es el mejor escaparate para animarse a ser árbitro, en estos tiempos difíciles. Un árbitro de Primera División gana alrededor de 150.000 euros brutos al año. No suelen arbitrar más de 20 partidos, aparte de los de Copa del Rey. Un asistente de Primera cobra alrededor de 65.000 euros brutos al año. En Segunda B, Tercera y categorías inferiores, por modestos, no son desdeñables sus ingresos. Unido a su paga va incluida una generosa ayuda de transporte, que depende del kilometraje.

La idea del riesgo al arbitrar ha desaparecido. "La Federación Cordobesa está haciendo una gran labor para erradicar la violencia", afirma Ernesto Crespo. Y es que en contadas ocasiones se agrede físicamente a un árbitro y en la mayoría de los casos se quedan en agresiones verbales. El miedo ha desaparecido y solo hay "percances con algunos padres, pero en general está todo muy controlado y perseguido ahora".