Todos buscaban el calor, aunque dentro de la barriga quizá no hubiera tanta diferencia entre la sombra y el sol. A ese niño que ayer no vio el estadio, pero sí lo sintió en el vientre de su madre, es probable que le cuenten, cuando vea la luz en verano, que nació la temporada que mejor fútbol se le recuerda al Córdoba. Aunque su madre, que visitaba El Arcángel por segunda o tercera vez --ni lo recuerda-- no estuviera de acuerdo con los pitos a los jugadores del Celta cuando sus nombres sonaron por megafonía. "No nos gustan ni al niño ni a mí".

De haberlo visto, al niño tampoco le hubiera gustado el árbitro, Pino Zamorano. "¡Qué malo es! Si por algo lo echaron de Primera", se quejaba un veterano, harto del suplicio que supone encontrarse con él.

El día era precioso pero engañoso. En lo más alto de la grada, sombría, hacía falta el abrigo. El sol se iba deslizando rápidamente de fila en fila. Conforme bajaba, la gente se movía siguiéndolo. "En el minuto veinte estoy viendo el partido en el centro del campo", comentó alguien. "Pues nos quedan tres minutos de sol", le avisó su compañero.

El sol brillaba tanto como el juego del Córdoba y solo un interrogante recorría el graderío. "¿Pero por qué se escurren tanto?", se preguntó un hincha ante la tercera caída de un jugador blanquiverde. Con la llegada del descanso casi todo el mundo se puso en pie. Unos aplaudiendo al equipo; otros, lanzándose a la barandilla, el único metro del anfiteatro que aún estaba rodeado por los rayos del sol. "El domingo que viene nos vamos a traer una manta polar", apuntaban los que seguían a la sombra, recordando que de nuevo toca jornada matinal.

Un par de chicas cayeron en la cuenta de que no había seguidores del Celta. "Me han dado pena los jugadores", comentó una. "Yo hasta he estado a punto de animarles", le contestó la otra.

El niño que no veía pero que sentía quizá esbozara una sonrisa cuando el celtiña Bustos entró al campo y en vez de silbidos solo escuchó a su madre. "¡Anda, a este no le han pitado!". Y eso que cada vez había menos tiempo y más tensión. Y hambre. "¡Que estoy deseando coger el arroz!".

Al final todo acabó como empezó. En estas, una de las chicas se sorprendió al ver salir del estadio a tres jóvenes con bufandas del Celta. "A esos los han alquilado por internet para que les animen", dijo convencida, mientras la otra ya andaba camino de su casa, con una bola en su interior que en un futuro, a poco que cuando nazca recuerde algo de lo que vivió ayer, será cordobesista.