La pena es escuchar cada semana la misma cantinela de todos los entrenadores rivales. No deja de dar rabia que tanta alabanza no se traduzca en más puntos, pero cuando uno escucha a Paco Herrera, técnico de uno de los mejores equipos de la categoría, reconocer que le rezó a la Virgen para que se quedara el marcador como estaba, no puede más que seguir confiando en este Córdoba. Pero ya no porque lo alaben los rivales. Simplemente porque da gusto verlo jugar. Y el año de la propuesta más ofensiva y atractiva es el que mejores resultados está trayendo.

Firmo acabar la montaña ante los aspirantes a dos puntos de las eliminatorias de ascenso y a cinco del segundo. Y, sobre todo, minimizando a un equipo que derrocha calidad. Uno se acostumbra a lo bueno, pero yo al menos trato de pellizcarme cada siete días para disfrutar más la realidad. Algún día pasará este momento dulce y nos acordaremos. Pero sobre todo se acordarán los que se siguen quedando en su casa, pese a las facilidades que da el club. Si cada socio llevara a un acompañante --por la mitad de precio-- se reunirían 15.000 personas en El Arcángel. Ayer hubo más de 11.000. Ese es el camino. Un equipo vistoso, un club consciente de la realidad del país y una afición entregada. Como ayer. Quedan cuatro meses para disfrutar.

Y a los que se dedican a criticar, por ejemplo la venta de Hervás, habría que recordarles que un jugador con 20 partidos en Segunda ha dejado más de un millón de euros, ponerles los últimos encuentros de Caballero y volverles a recordar que el Córdoba ha vivido por encima de sus posibilidades.