Su espigada figura parece estar ausente. Se mueve con discreción. Habla en un tono neutro, muy pausado, lineal, casi rozando el susurro y con esa pizca de benamejicense que no pierde por más vueltas que dé. Por fin está a 90 kilómetros de su pueblo. Su madre, tan contenta. Puede comprar todos los días el periódico en el kiosco de la plaza para seguir completando el álbum futbolístico de su hijo, quien atraviesa "el mejor momento" desde que llegó a Córdoba. Le han sentado de maravilla los dos viajes a Canarias. Marcó en Las Palmas y marcó en Tenerife.

--¿Le gusta el mar?

--(Se ríe). Sí que me gusta, pero soy más de campo.

--Cualquiera lo diría con los partidos que se marcó en las islas.

--Pues es una cosa histórica porque el día de Las Palmas comenté con algunos compañeros antes del partido que ese campo no me gustaba porque nunca había ganado allí; fuimos, ganamos y marqué. Y en Tenerife, igual; lo más que había conseguido era un empate con el Málaga B, y tampoco era un campo que me diese buenos recuerdos.

--¿Tiene pensado seguir metiendo muchos goles?

--Llevo tres en Liga y uno en Copa. Mi idea era entre dos y cinco.

--Aún le quedan dos; elígalos bien.

--Ojalá, ojalá.

--Ahora sonríe, pero ha habido momentos duros.

--Tuve una etapa donde no jugaba mucho y quizá sea lo peor desde mi llegada a Córdoba. Cuando no juegas nadie lo pasa bien, y más siendo de Córdoba, porque mi ilusión era jugar aquí. Hice todo lo posible para conseguirlo y las cosas no me estaban saliendo como quería, pero nunca bajé los brazos.

--¿Qué se le pasaba por la cabeza?

--Como a cualquier jugador. Tú piensas que tienes que jugar y se te pasan mil cosas por la cabeza para encontrar la fórmula para que el míster cuente más contigo. Pero a veces, incluso entrenando bien, no juegas y te desanima un poco. Pero ahí ha estado mi familia, mi novia... me han animado mucho. Aún así, son momentos que a los jugadores nos vienen bien porque nos hacen más fuertes todavía.

--Se madura.

--Está claro; te hace pensar, tienes otro punto de vista. Te das cuenta de que nadie te regala nada y que en el momento en que bajas los brazos no vales para jugar en esta categoría.

--Pasó de capitán en el Albacete a no jugar en el Córdoba.

--El año pasado no tenía que mirar si el entrenador me ponía. Desde el principio empecé jugando. Tenía un estatus en el equipo y a lo mejor no jugaba dos partidos bien, pero seguían confiando en mí. Aquí la competencia ha sido muy dura y no te puedes dormir, porque si juegas dos partidos mal ya sabes que hay otro que lo hace mejor y el míster lo pone.

--¿El punto de inflexión fue Las Palmas?

--No, no creo. Hice buen partido, pero fue desde que empecé a jugar otra vez de titular, ante el Valladolid. Ahí tenía las ideas mucho más claras, sabía bien lo que el míster me pedía cuando estaba en el centro del campo. Antes pensaba que mis funciones dentro del equipo eran otras.

--¿Por qué le costó tanto?

--No tenía claro dónde iba a jugar este año, si de defensa o en el medio. Quizá eso me haya perjudicado un poco, porque jugaba de central un partido y al siguiente en el medio, y te cuesta adaptarte, ya que el míster quiere que todos tengamos las ideas claras, que sepamos cuáles son las funciones de cada uno en el campo. Quizá el adaptarme a un lado y otro me perjudicó.

--¿Atraviesa su mejor momento desde que llegó a Córdoba?

--Sí. Lo estoy pasando realmente bien. Por fin estoy aportando lo que siempre quise.

--Estarán contentos en Benamejí.

--¡Casi más que yo! La gente no para de darme la enhorabuena.

--¿Guarda recortes de prensa?

--Mi madre sí. Tiene ya dos cajas grandes de periódicos. Habrá que hacer un buen álbum cuando me retire... ¡pero para eso queda mucho! (Se ríe).