El Real Madrid destrozó la maldición de octavos de final que le asolaba en las seis últimas temporadas, y con el toque de entrenador de Mourinho demostró que ha aprendido a competir, aguantó en pie los momentos de tensión ante el Olympique de Lyon, y acabó goleando 3-0 para relanzar la ilusión de todo el madridismo.

El Bernabéu pasó del silencio estremecedor en el minuto guardado por las víctimas en Japón a un ambiente intimidador. Duró poco, lo que tardaron en aparecer fantasmas del pasado. Hay miedos que se instalan en las cabezas de los jugadores. Se heredan. Situaciones de riesgo en las que se imponen aquellos que saben competir. Años sin ganar una eliminatoria se plasmaron en momentos de duda. Seis temporadas de sonoros fracasos era un peso encima difícil de quitar.

FACTOR INTIMIDATORIO Regresaba el icono del equipo. Cristiano Ronaldo saltó al césped sin estar al cien por cien. Su presencia era clave para Mourinho. Es un factor intimidatorio. Aporta tanto en lo individual que por el camino no importa renunciar a un estilo. Sin él, el Real Madrid juega más en equipo. El fútbol pierde elaboración. Quiso impresionar de inicio el Real Madrid. Salió en tromba. Cristiano lanzó a las nubes una nueva falta, mostrando que el nivel de eficacia sube con Xabi Alonso y zil. Al alemán le faltaron milímetros para llegar a un pase en profundidad de Marcelo. No se habían cumplido cuatro minutos y aparecía en escena el brasileño.

Fue decisivo. Encontró en su carril una autopista que recorrer sin límite de velocidad. Revelliere no sabía por donde le pasaban. Un cabezazo de Marcelo lo despejó Lovren cuando se dirigía al gol. Un zurdazo escorado lo sacó Lloris ajustado al palo.

El Lyon no se iba a dejar avasallar. Con un buen posicionamiento, adelantó metros y se adueñó del balón. Generó inquietud a un Bernabéu que tiene en la retina recientes descalabros europeos. Tanto que los dos diablos ofensivos, los argentinos Delgado y Lisandro, comenzaron a crear nerviosismo en los centrales. El Madrid necesitaba el balón. Xabi Alonso debía aparecer. Añoraba a Esteban Granero.

La tensión afeó el espectáculo. El escenario favorecía al equipo de Mourinho. Debía manejar los tiempos y supo golpear en un momento clave. Un gesto de calidad de zil y un cambio de juego encontró a Cristiano en la única vez que se marchó por velocidad. Su disparo fue un aviso a Lloris. Era el momento en que debía aparecer un líder.

Y fue Marcelo el que acaparó el protagonismo. Conectó con Cristiano, se adentró en el área, recortó con frialdad con la pierna derecha y con la izquierda superó a Lloris. El Bernabéu respiró al unísono. Los jugadores mostraban un cambio a la hora de la verdad. Siete años sin ganar una eliminatoria en Europa. Era el momento de cambiar la historia y lo hicieron.

En la reanudación supo manejar los tiempos el equipo de Mourinho. Arriesgó el Lyon. Obligado a marcar dejó huecos en defensa. Era su sentencia de muerte. Dos cabezazos de Cristiano -no estaba para más-, un disparo con buenas intenciones de zil y la sentencia de Benzema. Regresó la fiesta al coliseo de la Castellana. Un grave error en la salida de balón del Olympique dejó a Benzema en un mano a mano ante Lloris. En su momento más dulce no desaprovechó el regalo.

Di María, trabajador todo el encuentro, se sumó a la fiesta marcando el tercero. El primer reto de la temporada estaba conseguido. Los fantasmas espantados. El sueño de la Décima vuelve a latir en el madridismo y la admiración a Mourinho crece.