Que se sepa, Sandro Rosell no ha cambiado de número de teléfono. De hecho, son muchos los que presumen de hablar hoy con él igual que cuando no era presidente. Pero es curioso que quien pasa por ser un buen amigo suyo tardara 24 horas largas, larguísimas, para hacer la llamada que cualquier otro, sin ser amigo suyo, habría hecho 24 horas antes.

Es curioso que, en medio del escándalo provocado por las insinuaciones sobre dopaje, con notas del Barça, del Valencia, de la Cope y todas las redes sociales incendiadas, Florentino Pérez no encontrara un ratito para llamar a su amigo Sandro y decirle lo que parece que ayer por la mañana sí le dijo: "Ni yo ni el Madrid ni tenemos nada que ver en todo esto".

Es curioso que esa llamada se produjera el día antes con el presidente del Valencia, Manolo Llorente, a pesar de no mantener una relación tan amistosa como la que le une desde hace tiempo con Rosell. Alguna explicación habrá. Pero parece que esa tardanza no influyó en la manera en la que encajó las disculpas. "No tiene motivos para no creerlo", aseguró el portavoz de la junta Toni Freixa.

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Pero en la larga espera hasta que Florentino marcó el teléfono de su amigo Sandro, hubo muchos culés que en distintos foros, en especial en las redes sociales, expresaron su disconformidad precisamente con que se mantenga esa buena relación entre los dos clubs. Hubo quien incluso se mostró partidario de que si desde Madrid se mantiene esta guerra abierta por parte de Mourinho y soterrada por parte de quienes filtran según qué informaciones, el club haga algún gesto visible para marcar distancias, como no acudir al palco del Bernabéu en el clásico el 16 de abril.

Parece más que difícil. Antes del clásico en el Camp Nou, los dos presidentes escenificaron su buen rollo con un abrazo antes de la comida entre las directivas. "Vengo casi cada semana a esta hermosa ciudad y, si el motivo es un gran partido, todavía mejor. Y si, además, tengo la suerte de estar al lado de mi amigo Sandro, el placer es completo", comentó Florentino, sonriente, sin saber la tortura que iba a vivir en el palco por la noche. No es la única que ha sufrido al lado de Rosell. También lo hizo en la final de Copa del Rey de baloncesto.