Entre olivares, con un aroma a aceite inconfundible e inseparable de tierras jiennenses, con una copa de por medio y un numeroso grupo de infieles. Así se presentó el Lucena para disputar su tercer amistoso de la pretemporada. En un pueblo que destila esa pasión por el oro líquido verde intrínseca a la provincia vecina y que esta temporada, además, respira y huele a fútbol. Con su equipo recién ascendido a Tercera División, hay en Martos muchas ganas de competición.

Hasta allí se fue el Lucena. Para seguir con su preparación. Para repartir minutos. Para asimilar conceptos y, de paso, para ensayar penalties. Quizá, el mayor aliciente de estos torneos veraniegos. Sin mucha intensidad, con la falta de ritmo propia de la época estival, sin puntos en juego, al aficionado, aparte de ver a los recién llegados, le queda la emoción de la pena máxima. Lucena y Martos empataron a dos y se fueron a los once metros. Desde allí se vieron once goles más. 6--5 para el Martos y el trofeo se queda en casa; menos peso para el autobús lucentino.

Pero el equipo de Falete no se marcha de vacío. El técnico pudo seguir sacando conclusiones. Dos equipos diferentes en cada periodo. Minutos y partidos para ganarse la confianza del míster. Eso parecieron entender sus pupilos. Con apenas cinco minutos de juego, José Manuel ya había lanzado un balón al poste. El Martos trató de replicar, pero lo hizo levemente con sendos disparos lejanos de Carlos y Sánchez. Poco más.

Los cambios del descanso abrieron el partido. Llegaron los goles. Y la reacción. El Lucena fue capaz de sobreponerse en dos ocasiones. Montenegro y Yepes neutralizaron los tantos locales. El conjunto aracelitano fue más incisivo que su rival, trató de dominarle y de llevar la iniciativa. Lo consiguió por momentos, pero le faltó claridad para materializar sus ocasiones y redondear la noche con una victoria.

Quizás sea lo de menos. El amistoso dejó buen sabor de boca a todos. Unos, contentos por alzarse con el trofeo; otros, por la capacidad de reacción.