Con Pedro empezaron las victorias y con Pedro acabaron. El delantero canario firmó la victoria de la Supercopa de España en San Mamés y encarriló el alirón de la Liga. El entusiasmo hecho carne en el pequeño cuerpo del futbolista condujo al Barça al esperado título tras cinco minutos de zozobra inicial, en el que el campeón tuvo que apelar a su pegada para desatar la fiesta.

Un inapelable 4-0 sobre el Valladolid dictó la sentencia previsible, atendiendo a los 60 puntos de diferencia que les separaban. Luego se vieron también en el campo, aunque el Barça no estuvo fino del todo, especialmente en el inicio. Por un día pareció acusar la ansiedad. Acusó, eso seguro, la ausencia de Xavi, de su inigualable referente, para dar más quilates a su fútbol.

HOMENAJE GLOBAL Pedro allanó el camino y Messi lo elevó a la categoría de goleada para que el Camp Nou diera rienda suelta a la euforia y Guardiola pudiera dedicar homenajes a Henry, Ibrahimovic e Iniesta, que entraron en el segundo tiempo y participaran en el partido que coronó al mejor campeón de Liga de todos los tiempos.

Faltó Xavi, pero ahí estuvo Touré para suplantarle. Con menos finura, algo más brutote, pero irrumpiendo con una fuerza incontenible en la última línea del Valladolid. Fueron los centrocampistas los primeros en recuperar la cordura del equipo de Guardiola tras un comienzo extraño en un Barça que no supo reprimir su ansiedad de salida.

El equipo empezó siendo un manojo de nervios, inaudito. Cinco minutos apenas, de los 3.420 que ha durado la Liga, en los que Valdés cometió un error (el primero del campeonato) y Piqué titubeó (por primera vez desde agosto) brindaron al Valladolid el churrete que pedía Clemente para evitar el destino que se le auguraba. Pero una especie de justicia futbolística y también la rodilla de Puyol, insensible como una roca, evitaron el disgusto.

Quedarán esos cinco minutos como una anécdota que ayer mismo se diluyeron de la memoria culé. Se cuentan por miles los minutos en los que el Barça ha sido un equipo mayúsculo, superlativo. También ayer en el que no mostró su mejor versión más allá de su inagotable pólvora. Desde el momento en que despertó instantes después, cuando el Málaga abrió el marcador y Keita asustó a Jacobo, el panorama se aclaró.

Dos acciones tranquilizadoras, pese a que Guardiola se desesperaba en la cárcel del área técnica. Poco a poco se iban aplicando sus planes: disparar de lejos, ejecutar todos los córners de manera distinta en busca de la ayuda de la estrategia y una mayor elaboración del juego.

APARECE PEDRO Y entonces apareció Pedro. Una vez más. Con su inquebrantable fe por perseguir balones inútiles, por su entusiasmo juvenil, el delantero devolvió al Valladolid la zozobra que había provocado con el autogol del primer gol. Para que no quedara ningún resquicio de duda ni de mérito en la victoria, culminó el 2-0 en una excepcional jugada colectiva que nació ante el banquillo azulgrana. Ante las narices de Guardiola, una meteórica combinación de pases llevó el balón hasta los pies de Pedro y de ahí a la red.

Ahí se acabó toda la historia y empezó la fiesta con la aparición del mago Messi.