No fue un encuentro distante. Fue un encuentro institucional. No fue una cita entre amigos, una copa en Luz de Gas. Fue un acto oficial de un grandioso club. No eran Jan y Pep los que se enfrentaban a decenas de cámaras, de televisiones en directo, de periodistas ávidos de información. Fue el acontecimiento más esperado del año, en el que el presidente anunció la renovación del entrenador.

Laporta habló de Guardiola y la foto fue más un hasta luego que la rúbrica de un contrato, que no se redactará hasta el próximo 1 de julio. Uno y otro no han tardado ni 24 horas en señalar que solo alguien muy retorcido puede interpretar esa ceremonia como la prueba de que Laporta y Guardiola no se llevan bien. "Mi relación con Pep es excelente", se apresuró a destacar Laporta al día siguiente. "Es una gran persona, el mejor entrenador del mundo, el mejor técnico que podría tener el Barça. Nuestra relación es cordial, muy correcta y diría, incluso, que afectuosa".

Guardiola no fue ayer tan lejos ("no somos íntimos amigos, cierto") pero fue mucho más rotundo: "Es un placer, y grande, trabajar con este presidente. No solo me ha concedido la posibilidad de cumplir mi sueño de ser entrenador del Barça sino que, hasta ahora, me ha apoyado en todas, todas, las decisiones que he tomado".

Guardiola no lo dijo, pero se le entendió todo. El mister sospecha que este es otro de los enfrentamientos ficticios ideados por aquellos que tratan de torpedear la buena racha del Barça. Por eso a la pregunta de ayer de un medio de Madrid que le pidió que explicase por qué muchos han interpretado erróneamente ese frío encuentro, Guardiola fue tajante: "Por favor, no me pida, encima, que sea yo quien desvele por qué la gente interpreta lo que interpreta, porque dudan de mi palabra. No voy a caer en esa trampa. Mire de donde vienen los comentarios y saque usted sus propias conclusiones".

Guardiola se deshizo en elogios de Laporta, Txiki Begiristain y todo el club. "Como sentenció Valero Rivera en su día: es el Barça el que nos hace grandes a todos". Y, de pronto, devolvió la pregunta al auditorio: "¿Ustedes creen que se pueden ganar seis títulos no entendiéndose con el presidente? Le estaré eternamente agradecido. Si algo no me gusta, llamo a su puerta, entro en su despacho o vamos a cenar y se arregla".