Hay silencios que dicen más que las palabras. En El Arcángel, silencio es sinónimo de miedo, de malestar; los murmullos, de duda. Y ayer hubo silencios, de esos que llegan a escucharse. De los que hacen posible que se escuche la voz de los futbolistas. Calló el estadio porque por primera vez en esta temporada un equipo amenazó la imbatibilidad del Córdoba como local. Solo duró un par de jugadas de ataque del Girona, pero fue suficiente para demostrar que el público no las tenía todas consigo.

El Córdoba salió al campo sin ángel, sin la chispa de otros días, quizá marcado por la ausencia de su himno, que ayer no sonó por un nuevo fallo de organización del equipo de megafonía-marcador, por denominarlo de alguna manera. Otra vez hombre y máquina no fueron al mismo compás y faltó poco para que los aficionados se quedaran sin conocer los nombres de los titulares del equipo blanquiverde.

No sonó el himno a través de los altavoces, pero salió de las gargantas de aquellos que desde el fondo norte entregan sus cánticos en favor de la causa cordobesista. En ese lugar se puede ver cada día de fútbol la pancarta de la peña El abuelo y su trupe. La de ayer rezaba: "No tendremos tiki taka, pero sí 20 puntos en la buchaca".

Pudo acabar el encuentro con tres más, también pudo irse de vacío, pero la justicia del fútbol le otorgó uno. La sentencia la firmó Kiko Ratón. Entonces, El Arcángel no calló. El "volveremos, volveremos", herencia de la última andadura por la Segunda B, no cesó. Había que seguir animando, con alegría. La misma que mostró Gambrinus, un personaje del que dice la leyenda que logró olvidar sus penas gracias a la cerveza, desde su privilegiada pancarta situada en el frontal de la preferencia. A él ya no le borra nada la sonrisa. Ni siquiera un empate.