El Barcelona encarna el ideal futbolístico con un excelente juego y resultados. Nadie se aproxima a esa excepcional propuesta. Hay clubs que buscan ese ideal, pero, de momento, se tienen que conformar con tratar de ganar partidos y no caer ridiculizados en campos de Segunda B. Estos pretendientes se pueden contar con los dedos de las manos. El resto de clubs han de plantearse objetivos modestos: sumar puntos. Puro pragmatismo.

Hubo un tiempo de derroche en el que era legítimo exigirle al Córdoba juego y resultados. Ante la negación de lo primero, el cordobesismo acabó conformándose con los puntos, para concluir implorando por un milagro de final de temporada. El Córdoba actual --el de ayer ante el Huesca, sin ir más lejos-- es pragmático. No juega ni mejor ni peor que otros equipos, pero gana. ¿Se le puede exigir más a un equipo joven, confeccionado con la única pretensión de eludir las complicaciones de los últimos años, que no ha perdido en casa, que tiene15 puntos, que anoche durmió a un punto del ascenso y a siete del descenso? Sin embargo, ayer hubo cordobesistas que manifestaron su insatisfacción en algunos lances del partido en la segunda parte --el Huesca empataba con diez jugadores--. No sé si es porque ya no tienen músculo que aguante el sufrimiento que supone tener un abono en El Arcángel o porque consideran que el equipo tiene que dar más: control del partido y juego, por ejemplo. Yo, sin embargo, creo que hay que estar satisfecho. El equipo lo da todo en el campo y obtiene resultados. ¿Que se sufre? Pues claro. Ya digo que el abono de temporada garantiza el sufrimiento. Pero no hay sufrimiento más agradecido que el que acaba en victoria. ¿O es mejor ir ganando los partidos y perder puntos en los descuentos de los mismos?