El menor de los Schleck es el que tiene más opciones, puesto que ocupa la segunda posición y tiene 1:10 segundos sobre su más inmediato rival. A sus 24 años pasa por ser un reconocido escalador, por lo que en el Ventoux tiene más terreno que ganar que tiempo que perder.

Pero el menor de la familia de ciclistas se ha marcado como objetivo ayudar a su hermano a subir al cajón de París. Es sexto a 38 segundos del podio y tiene que distanciar a tres ciclistas. Su mejor arma es que es fuerte subiendo y los que le preceden son rodadores.

El primero de ellos es Lance Armstrong, que desbancado de la lucha por el amarillo ha centrado su combate en acabar entre los tres primeros. El estadounidense ha ido a más, pero en la montaña ha mostrado las carencias normales en un ciclista de casi 38 años y que ha estado tres fuera de la competición. Sin embargo, la clase del septacampeón del Tour se dejó ver en el ascenso al Petit Saint-Bernard, cuando se quedó descolgado y, en un arrebato de orgullo, recordó al Armstrong de los mejores años.

El tejano siente en su nuca el aliento de Wiggins, inesperado a estas alturas. El británico es cuarto a 15 segundos del podio. El campeón del mundo y olímpico de persecución en pista ha mostrado una metamorfosis extraordinaria para convertirse en un decente escalador. Con siete kilos menos que cuando se colgó el oro en los Juegos de Pekín el agosto pasado, Wiggins sólo se quedó del grupo de los favoritos en la etapa que acabó en Le Grand-Bornand, la reina de la edición. Aquella jornada le desalojó del podio provisional que había mantenido durante toda la edición.

El último candidato al podio es el alemán Andreas Kloden, quinto a dos segundos de Wiggins. El germano, uno de los capos del equipo Astana, ha trabajado para Armstrong y Contador y en el ascenso a la Colombiere pagó sus esfuerzos. Se quedó en un ataque de Contador y acabó perdiendo más de dos minutos.