El Tour parece acercarse a París con una pasmosa lentitud. Las etapas se hacen tan largas que conviene empezar a recomendar a los organizadores de la prueba que se lo hagan mirar cara al año que viene. Aquí no ataca absolutamente nadie. Aquí el trazado escogido no invita a demarrajes apasionantes, hasta el punto de que Alberto Contador ya se ha dado cuenta de que si gana lo hará en campo visitante. Aquí parece que a todos ya les va bien rodar en pelotón, juntitos, al son de alguien a quien tal vez le va aún mejor, casi como anillo al dedo --o pulsera amarilla en la muñeca--, el guión con el que se está escribiendo esta ronda francesa.

Pasaron los Pirineos y no ocurrió nada de nada. Llegaron los Vosgos y solo aportaron lluvia, muchísima agua, algo de frío y una escapada heroica y de mérito firmada con victoria por parte del corredor alemán Heinrich Haussler, quien no pudo contener la emoción y cruzó la línea de meta llorando. Fue el segundo triunfo en el Tour del conjunto Cervélo que lidera Carlos Sastre.

Entre los seguidores oficiales de la prueba ya empieza a formularse una pregunta: ¿alguien recuerda un Tour tan aburrido como este?

Mañana llegan los Alpes, pero si se escucha la predicción que ayer ofreció Contador en Colmar, tal vez haya que pensar que otra vez pintan bastos. "La llegada de Verbier no es para volverse loco, porque el puerto no es muy largo y la dureza tampoco, aunque quizá algo más interesante que la que nos encontramos en Andorra".