Este contraste se ha producido, al menos en el caso del equipo brasileño, desde su llegada a Sudáfrica para disputar el torneo, tanto en la ciudad de Bloemfontein, donde jugó el lunes contra Egipto, como en Pretoria, donde se mide hoy con Estados Unidos y el domingo frente a Italia.

Hombres con salarios espectaculares como Kaká, así como todos sus compañeros de selección que juegan en clubes de primer nivel de Europa o Brasil, han visitado en estos días estos barrios, donde han despertado mucha expectación.

En Bloemfontein, la delegación brasileña se instaló en un lujoso hotel de la zona residencial del norte de la ciudad, reservado exclusivamente para la selección, pero entrenaba en un estadio del barrio de Rocklands, en la parte sur de la localidad, en unas instalaciones perfectas para trabajar, aunque ubicadas en una zona muy deprimida, en la que hubo durante el entrenamiento una gran presencia policial.

Atteridgeville no ofrecía una imagen tan deprimida como la de Rocklands, en Bolemfontein. Contaba con un centro comercial y sus calles tenían más infraestructuras.

Tras el trabajo, los jugadores tuvieron la oportunidad, desde el autobús, de ver la fiesta, que con la música a todo volumen, se vivía en sus calles para festejar el Día de la Juventud, que se celebra cada 16 de junio, día en el que en 1976 murieron tras una acción policial alrededor de doscientos jóvenes en el ´township´ de Soweto.

Allí, en el estadio de Atteridgeville, los suplentes de la selección brasileña se enfrentaron al equipo sub-17 de club Super Sport United en un partido sin público, tras el que los jugadores locales aprovecharon la oportunidad para hacerse fotografías con Kaká, Dani Alves, Luis Fabiano, Robinho y todas las estrellas del equipo brasileño.