A la espera de exigencias mucho mayores en semifinales, puesto que la clasificación se da por hecha, la selección española se dio un festín en su debut en la Copa Confederaciones. Otra goleada de carril ante un rival menor para calentar motores en una competición nueva para la Roja, que lleva 33 partidos sin perder y estrena merecida condición de favorita en un campeonato oficial.

Sabía Nueva Zelanda lo que le esperaba ante los campeones de Europa y no tuvo luces ni disposición para sacudirse toda clase de complejos. Todo lo contrario, se quedó petrificada nada más comprobar en vivo y en directo como los españoles se tomaron el partido en serio y se les echaron encima para decidir el choque por la vía rápida. Sin ánimo ni atrevimiento para llevar a cabo una presión mínimamente decente, los All Whites, que así se les conoce por su indumentaria, dejaron hacer y se vieron con tres goles en contra en apenas un cuarto de hora, obra de Torres.

Hecho el inventario en tiempo récord, sin ocasión siquiera de comprobar si las ausencias de Senna e Iniesta, dos hombres clave en la selección que reinó en Austria el año pasado, se dejaban notar más de la cuenta. No es probable que eso llegue a ocurrir de momento porque Vicente del Bosque tiene mimbres más que suficientes para buscar y encontrar alternativas fiables para que la progresión de España no se estanque. Ayer fue Xabi Alonso quien se colocó delante de la defensa, Xavi como faro en el centro del campo y Cesc escorado a la derecha aunque con libertad de movimientos para desenvolverse por todos lados y alcanzar posiciones de gol.

El centrocampista del Arsenal fue de los más dinámicos y no desaprovechó la oportunidad de mojar: lo hizo a puerta vacía tras una gran jugada entre Riera y Capdevila. Los kiwis, que hace apenas una semana habían asustado a Italia en un amistoso --4-3 para los campeones del mundo-- hubiesen firmado el armisticio en ese instante. No les quedaban fuerzas ni para dar patadas. Así que hasta Puyol se animó a ensayar un medido centro con la zurda que pudo acabar en el quinto de España y el cuarto de Torres; lo abortó Ramos, que estorbó al delantero.

Sobró el segundo tiempo, como reconoció Del Bosque al término del partido. Desde luego lo hubiese firmado el central Boyens, que quiso que la tierra se lo tragara después de cometer un error de principiante para facilitar el último gol a Villa.