Nunca debió existir la polémica si el reglamento hubiera resultado menos ambiguo. Podían haber solucionado el asunto cuando surgieron las primeras dudas, deberían haberlo zanjado hace tres semanas cuando todos los equipos entrenaban en el Circuit de Catalunya, en Montmeló. Pero no. La FIA ha dejado para el último momento el asunto de los difusores, la pieza aerodinámica trasera que ha desatado la guerra entre los equipos. Brawn, Toyota y Williams pasaron las verificaciones de los comisarios en Australia e, inmediatamente, Red Bull, Renault y Ferrari elevaron una protesta. Comisarios, FIA, denunciados y denunciantes comenzaron una reunión que se alargó más de cuatro horas hasta las once de la noche de ayer en Melbourne.

MENUDO TRIO No vale la pena perderse en disquisiciones técnicas: que si el difusor es doble, que si se eleva más de la altura permitida aprovechando la pieza del crash-test (prueba de choque), que si es curvado, que si el reglamento dice esto, lo otro, o si se puede interpretar así o asá. Es mejor ir a la raíz del problema. Y para ello lo ideal es empezar a repasar a qué comisarios envió la FIA para la que se sabía que iba a ser una verificación polémica. Radovan Novak, un checo que en su currículo (facilitado por la FIA) destaca que corrió "algunos rallys en la República Checa y fue delegado de la comisión off road para Africa Este". Toma ya. A su lado, Olafur Gudmunsson, islandés. Sí, sí, han leído bien, de Islandia, cuyo mayor logro ha sido participar en una comisión de motos en su país y "reescribir las normas de tráfico de Islandia". El tercer árbitro, Steve Chopping, ya no tiene palmarés. Se trata de un abogado australiano, sí, abogado, simplemente abogado.

Lo que sabrán estos angelitos de difusores. La FIA ha enviado a Melbourne a los más manejables, porque no es una decisión técnica, sino política. A Bernie Ecclestone no le disgusta nada la idea de que Brawn GP, la antigua Honda que se retiró este invierno de la F-1 y revivió milagrosamente, consiga buenos resultados de salida que le reporten un patrocinador con el que consolidarse. Tampoco ve mal que Williams, a punto de retirarse por sus problemas financieros, lo mismo que Toyota, también destaque en el arranque, consolidando su decisión de permanecer en la F-1. Y, de paso, dan más emoción al campeonato. Y, sobre todo, es una maniobra de Max Mosley, el presidente de la FIA, que ha visto cómo en el último año los constructores se han hecho fuertes agrupándose en la FOTA y amenazan con dirigir la F-1 en consenso y contra la FIA (el asunto del cambio de puntuación es la última señal). La polémica de los difusores ha abierto una grieta en la FOTA, y conviene recordar que esta agrupación de escuderías solo puede tomar decisiones por unanimidad. A Mosley no le interesa cerrar el caso. Más polémica, más escisión en la FOTA, más poder para la FIA. Ya tenía premeditado dar paso a los difusores y ya contaba con los recursos. Así funciona esto.