Sevilla se ganó ser la sede permanente de los partidos oficiales de la selección la noche del ´maltazo´. Sin el optimista apoyo del público andaluz aunado en el entonces Villamarín, España jamás le hubiese hecho a esa banda maltesa una docena de goles. Surgió de ahí un romance Sevilla-selección que duró años hasta que llegó Clemente, un especialista en llevar la contraria. Desde que se rompió la simbiosis, España nos debía a los andaluces una a lo grande.