Todo apuntaba a que la calurosa tarde cordobesa iría caldeándose aún más con la llegada de la noche y los goles de España. Y así fue. El sueño de llegar a la final de la Eurocopa se hizo realidad para miles de jóvenes aficionados que nunca habían visto aún algo así. La gesta de 1984 está ya tan lejos que solo los mayores de 30 años la recuerdan con detalle. Y algunos ni eso. Si hablamos del gol de Marcelino, lo dejamos, pues solo los mayores de 50 pueden recordarlo. Y otros, ni eso.

La euforia era grande en los primeros minutos. Casi todos esperaban un triunfo sencillo. Sin embargo, la confianza pasó a convertirse en inquietud conforme fueron pasando los minutos y el gol no llegaba. El árbitro y Fernando Torres eran por momentos los más criticados. La lesión de Villa provocó comentarios de todo tipo, aunque no demasiado preocupantes. La mayoría celebró poder ver en el campo a Cesc, el héroe del último penalti ante Italia. La primera parada de Iker Casillas a tiro de Pavlychenko fue de lo más celebrado en los primeros 45 minutos del encuentro.

La segunda parte parecía que no había comenzado en los primeros minutos. Pero llegó el gol y con ello el despertar de todos. Los cánticos de "¡qué viva España!" comenzaron a repetirse. Más de uno ya se veía campeón de Europa. Mientras, en una esquina de un bar, un aficionado ruso dejó de estar de fiesta para pasar a fruncir el ceño con una cerveza en la mano. El juego de uno y otro equipo ya estaba dejando claro lo que iba a pasar.

El gol de Güiza pasó a ser el preludio de la celebración. Mientras, el apesadumbrado aficionado ruso pedía su última cerveza y la cuenta. Estaba claro que daba el partido por terminado.

Los jóvenes aficionados no pararon ya de celebrar el triunfo hasta el final. La última parada de Iker fue casi más aplaudida que el último gol. Al final, el comentario de los más jóvenes era el mismo: "¿Nos vamos a Las Tendillas o por nuestra cuenta?" Pues ambas cosas.