Francesco Totti, capitán y símbolo actual del Roma, se mide hoy por quinta vez a un Real Madrid al que casi siempre ha anotado gol, frente a un Raúl González al que admira y considera su similar, en un momento crucial de su carrera y con el deseo de cumplir su sueño de niño: ganar la Liga de Campeones.

A lo largo de su ya amplia carrera deportiva, pues debutó en Primera división con tan solo 16 años y medio (ahora tiene 31), Totti ha recibido varios calificativos (Puppone y Capitano, sobre todos), cada uno de los cuales son un fiel reflejo de su vida.

Hablar de Totti es referirse a un gran futbolista, y no solo en Italia. Sus cualidades siempre han sido alabadas, elogiadas, cantadas, celebradas; pero hasta hace apenas dos años siempre le faltó algo, ese toque que hace que deportista notable pase a ser considerado una gran estrella.

Y es que Totti ha estado mucho tiempo escondido en su romanidad : en el culto que le brindaban los seguidores romanistas, quienes le rodeaban y le eran afines (incluidos periodistas de la capital), que le tenían encerrado en una especie de burbuja que no le permitía reconocer errores que le perjudicaban.

Era curioso ver, por ejemplo, cómo cuando iba a la selección se formaban dos bandos en los medios informativos, que incluso entre sí discutían a voz en grito: los de Roma hacia abajo que le defendían y veían bien todo lo que hacía; los de Florencia hacía arriba, que le criticaban continuamente.

Era Il Pupone , un término que los romanos en su particular dialecto dan a quien consideran un niño grande, algo caprichoso e inmaduro; es decir, un niño mimado.

Pero, en cambio, lejos de la romanidad , a Totti se le achacaba que se arrugaba en los partidos importantes, en las grandes competiciones.