Los aficionados del Pozoblanco tuvieron que esperar más de 40 minutos para que arrancara el partido ayer en el Municipal. La espera no mereció la pena. Pues el partido fue peor que la espera. El Pozoblanco hizo aguas por todos lados y si en vez del Cabecense (colista en la tabla) hubiera habido otro equipo, se hubiera llevado un saco de goles. Con el pitido final, Hueso salió como un relámpago hacia la caseta pues la gente se lo comía.

Parte de culpa tiene el técnico de lo que le pasa al equipo pero no es la única, pues la planificación tampoco ha sido la más idónea con muchos fichajes errados y los jugadores ayer vieron como a su lado corrían los colistas como galgos mientras que ellos lo hacían a un trote tortuguero. Sin embargo, la cosas comenzaron bien para el Pozoblanco que a los once minutos abrió la lata con un tiro lejano de Gutiérrez que despejó el arquero quedándole el balón a Franco quien conectó un cabezazo que se coló dentro.Golazo de Franco quien en diez minutos le dio por estorbar al portero viendo la amarilla y la segunda posteriormente por una entrada infantil. El Pozoblanco se quedó con diez y se rompió como la porcelana.

Acaíñas metió un gol en su meta a siete para el descanso. Siguió el colmo de despropósitos cuando a Oliver se le escapó el balón y tuvo que agarrar a Marín. Marcó Oliver quien se la cambió a su tocayo.

UN TERROR En la segunda fue todo un cuento de terror. El Cabecense falló seis ocasiones claras y metió la más difícil en un golazo de Marín. Sus compañeros de banquillo sacaron los pañuelos por el golazo y los aficionados del Pozoblanco contra su equipo y sobre todo a su entrenador. Mucho más cuando sacó a un chaval juvenil como Macareno al que lo dejó para que se comiera el marrón del final del partido. El futuro de Hueso se decidirá esta noche pero pintan bastos para el técnico. Así es el mundo de los técnicos.