Lo peor no fue que el Villarreal se quedó fuera de la final de la Liga de Campeones que tuvo al alcance de las manos, lo que más lamentará la afición amarilla es que, además, tuvo que ser, precisamente, su héroe el que cometiese el fallo que impidió optar a la gloria al club de una ciudad de 48.000 habitantes que difícilmente se verá en otra como esta. Riquelme envió a las manos del guardameta Lehmann el penalti con el que fue sancionado el Arsenal en el minuto 88 de partido. El argentino telegrafió su lanzamiento, flojo y mal colocado, una suerte de la que es un virtuoso. Pero cuando no está de la suerte...