El zurdo Phil Mickelson, con sus dos drivers en ristre, logró su segunda chaqueta verde en tres años y el tercer ´Grande´ de su carrera, después de una larga batalla dominical bajo un sol brillante de Augusta.

El sol de la tarde proyectó una luz tan rubia en Augusta como los cabellos rizados de los tres hijos de Mickelson, que saltaron al emblemático hoyo 18 para abrazarse a su nuevo héroe, el nuevo semidiós de los estadounidenses, el golfista de los dos drivers para sortear al remodelado Augusta que entra en la leyenda y abre una nueva vía con la que mirar al futuro.

Tiger Woods, el defensor del título y mejor del mundo, pero hoy el robot más sensible del planeta (su padre pelea contra un terrorífico cáncer de próstata), impuso sonriente la prenda a Mickelson, que a los 35 años se acomoda en el lugar de los grandes golfistas que acumulan más de dos títulos de Grand Slam.

Mickelson fue el mejor del enorme puñado de aspirantes apelotonados en busca del título, después de un domingo que sirvió para cerrar la tercera ronda inconclusa la víspera por la lluvia y en el que Mickelson se metió 30 hoyos a las espaldas.

Suya fue la gloria después de un sólo error en el último hoyo, y suyo fue el 1.260.000 dólares de premio en metálico con 281 golpes, dos golpes de ventaja sobre el surafricano Tim Clark.

El sueño de Mickelson se agranda y entra en la leyenda de los hombres capaces de repetir en Augusta. Todos soñaban ayer, en plena batalla, con vestirse con la prenda más codiciada del golf, pero la estadística no perdonó de nuevo: en los últimos 15 años el campeón salió siempre del partido principal, donde estaba Mickelson junto con el veterano de 46 años Fred Couples.

Los españoles Miguel Angel Jiménez y José María Olazábal también soñaron. Más el primero, que terminó a las 8 de la mañana el hoyo suelto que le quedó de la tercera ronda, se marchó a casa, cabeceó en la cama, desayunó después y sólo tras un par de horas se situaba como líder en el hoyo 5, al anotarse tres birdies en el tramo inicial.

Una situación idílica que perduró cuatro hoyos. "Jiménez va como líder, va como un tiro", exclamaban sus amigos que le arroparon con cariño durante toda la semana en Augusta.

Pero pudo le pudo el ansia al golfista malagueño, quizá el pánico escénico. "He ido con el corazón en la boca desde el ´tee´ del uno. Por eso sigo jugando. Si así no fuera ya habría colgado los palos", comentó el gran jugador andaluz.