Felipao , como le apodan partidarios y detractores, se encamina a la final para añadir a su larga relación de títulos, coronada en 2002 con el Mundial de Corea y Japón, el Europeo que le convertirá en un mito, criticado pero temido.

Con su venerada Virgen de Caravaggio a mano, y la de Fátima, a la que se encomiendan sus 23 jugadores antes de los encuentros, Scolari ultima en una tierra de toros bravos y hermosos caballos de doma, los lusitanos, la estrategia con la que derrotar a los griegos en la final.

El choque de mañana tiene, además, mucho de revancha para los de Scolari, a quienes los helénicos amargaron el pasado 12 de junio nada menos que el partido inaugural del campeonato del que son anfitriones, y a quienes el destino, en una curiosa pirueta, ha colocado como último obstáculo para la gloria.

Scolari no quiere una nueva "tragedia griega" o un "fado triste", como se dijo entonces, y desea pagar con la misma moneda al alemán Otto Rehhagel.

Además, el brasileño, que confiesa haberse adaptado bien a Portugal y gustar mucho del refugio familiar que ha encontrado en Cascais, cerca de Lisboa, quiere regalar al país de acogida una inyección de autoestima por la que hace tiempo que clama su presidente, Jorge Sampaio.

Convertido en talismán de la selección, Sampaio, inmerso en una complicada crisis política interna, no dejará de estar en la tribuna del Estadio de La Luz, la catedral del Benfica, con su esposa, María José Ritta, que quizás acuda ataviada con una camiseta rojiverde , como hizo en la semifinal contra Holanda.

Felipao (Felipón, en portugués, por su gran envergadura física) ha conseguido transmitir a los portugueses, que pasan con facilidad del desánimo a la euforia, un sentimiento de unión tras sus colores acorde con lo que Sampaio demandaba.

Se trata ahora de sufrir los últimos 90 minutos para que los portugueses tengan razones de celebrar mucho tiempo el éxito más destacado de su historia deportiva.

Una experiencia de la que se quedaron en puertas en 1966, cuando el voluntarismo de Eusebio, la pantera negra , no logró imponerse a los goles de otro mito del balompié, el inglés Bobby Charlton.