El Córdoba sumó su cuarta jornada consecutiva sin conocer la victoria, habiendo sumado sólo dos puntos de los últimos doce en juego en el campeonato. Ayer, los blanquiverdes trabajaron a destajo. Su labor fue encomiable pero volvieron a poner de manifiesto que lo suyo no es el gol. Desde que Olivera batiera al Almería, hace cuatro jornadas, el equipo de Portugal no ha podido celebrar ninguno y le ha llevado a tontear con el descenso.

Pero lo peor es las oportunidades que están dejando escapar los cordobesistas para acomodarse en la tabla. Ayer se encontraron un rival que pareció acusar el esfuerzo del pasado miércoles. El Alavés se conformó desde el primer momento con el empate. Su falta de ambición extrañó porque el empate no le vale de mucho para seguir recortando puntos a los tres primeros clasificados.

Pero lo que sí es cierto es que el Córdoba no encontró recompensa al trabajo que desplegó. Su lucha y entrega fue lo mejor. Sus jugadores estuvieron a la altura de las circunstancias porque no dejaron respirar ni un momento al Alavés. El problema era, una vez recuperado el balón, hacerlo llegar al compañero. Ahí estuvo su asignatura pendiente, algo que no debe extrañar porque se ha repetido en más de una ocasión.

Uno de los factores que menos contribuyó fue el campo. En el primer tiempo estaba muy rápido pero en el segundo había muchos charcos, lo que dificultaba jugar cómodamente el balón. Curiosamente fue el Córdoba el que mejor se acopló, aunque en ello tuvo mucha parte de culpa la pasividad mostrada por los visitantes.

En términos pugilísticos, el triunfo a los puntos debió caer del lado del Córdoba. Pero eso sólo no basta. Hay que marcar, algo que tienen negado.

La mejor prueba de ello es que a los seis minutos se le presentó una oportunidad de las que no se suelen perdonar. Tras un buen servicio de Dante López, Olivera se encontró en una inmejorable posición. La buena oportunidad la desbarató al cruzar excesivamente el esférico.

Eso sirvió para demostrar al Alavés que no se podía descuidar. Le metió el miedo en el cuerpo porque todo su trabajo giró en fortalecer su centro del campo y zona defensiva, dejando en punta solamente a Martín Palermo, que entre unas y otras causas apenas hizo acto de presencia.