El Córdoba no pudo seguir sumando sus partidos por victorias. La buena racha la rompió ayer ante el Eibar, con el que no pudo pasar de un empate. Pese a ello, los blanquiverdes han abandonado los puestos de descenso, al aprovechar los tropiezos de Badajoz y Compostela.

Las estadísticas sobre el equipo visitante eran claras. Son de sobra conocidas por todos. La gran mayoría de los equipos saben que se trata de un conjunto muy difícil de superar por el buen sistema defensivo que pone en práctica jornada tras jornada.

El Córdoba no era ajeno a ello. Durante la semana se ha repetido hasta la saciedad que no había que caer en el juego de los eibarreses y, sobre todo, no perder la paciencia. Eso es fácil decirlo. Lo difícil es llevarlo a la práctica. Zambrano tenía claro que la única forma era abrir mucho el campo y entrar por las bandas. El problema era cómo hacerlo.

Desde el primer momento se cumplieron los temores acerca de que no se iba a ver un buen espectáculo. Bastaba con ver la situación que ocupaban los hombres de Ziarreta en el terreno de juego. Fiel a sus principios, el técnico vasco plantea los encuentros de fuera con la idea de mantener el empate. Después, si en alguno de sus contrataques logra sorprender, mejor, pero la consigna la tiene clarísima.

Además, el Eibar tuvo enfrente a un Córdoba que no se mostró tan fresco como en partidos anteriores. Puede que en ellos tuviera mucha importancia el hecho de que le atragantó desde primera hora el antifútbol de los visitantes. Pero tampoco los blanquiverdes se mostraban lúcidos para romperlo. Se intentó por las dos bandas, es cierto, pero al final acababan por contagiarse y no raseaban el esférico como el momento requería, por lo que se lo ponían toda vía más fácil a los visitantes, a los que les bastaba con seguir defendiendo con orden.