Rafael Berges nació para triunfar en el fútbol. Siempre destacó por su gran envergadura física y su gran capacidad de sacrificio. En su carrera deportiva sólo ha tenido tres equipos, Córdoba, Tenerife y Celta, donde dejó muestras de su categoría humana. Una de sus mayores decepciones ha sido no poder demostrar, en su segunda etapa, que estaba capacitado para ayudar al conjunto cordobesista en su intento de ascender a Primera División.

Rafael Berges ha conocido la gloria. Su mayor éxito lo consiguió en la Olimpiada de Barcelona. Obtuvo la medalla de oro al ganar a Polonia en una trepidante final. En los encuentros anteriores, el cordobés contribuyó a los triunfos con dos goles, a pesar de que su posición en el campo no le permitía irse con muchas alegrías al ataque.

Kubala fue su gran valedor. Era el que más confianza le dio en la fase de preselección. Acudió a una de sus convocatorias, en Ronda, y a partir de ahí se hizo indiscutible.

Después de abandonar el Córdoba su destino fue el Tenerife, donde coincidió con Jorge Valdano como entrenador. No se desesperó ante la falta de oportunidades y acabó aceptando la oferta del Celta, conjunto en el que explotó deportivamente. Ocho temporadas en el cuadro vigués le hicieron ser uno de los jugadores más apreciados por la afición. Pero los éxitos estuvieron muy ligados con las desgracias. Su ímpetu le jugó una mala pasada. Una lesión grave en la rodilla le tuvo apartado durante mucho tiempo de los terrenos de juego, desgracia que se volvió a producir al poco tiempo de superar la primera.

Otro en su lugar hubiera arrojado la toalla . Sin embargo, su fuerza de voluntad pudo más y de nuevo volvió a jugar.

La despedida del Celta, por capricho de un presidente, ha sido una de sus etapas más amargas. Pero ahota tiene por delante aportar su experiencia acumulada en el Córdoba, donde ya es técnico.