Entrevista | Antonio Barragán Moriana Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Córdoba

"La represión franquista aniquiló a los alcaldes para extirpar la República y las políticas republicanas"

La Sala Mudéjar del Rectorado acogerá esta tarde, a las 19 horas, la presentación de su libro ‘La aniquilación de la democracia municipal republicana. Córdoba 1936-1942’, editado por Utopía Libros

Antonio Barragán / Historiador

Chencho Martínez

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

Córdoba

-¿Cómo era el mapa político de los ayuntamientos de Córdoba durante la República antes del 18 de julio de 1936?

-La mayor parte de ayuntamientos eran del Frente Popular y estaban constituidos por fuerzas de izquierdas (Partido Socialista, UGT, Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, Izquierda Republicana o Unión Republicana) aunque también hay algún alcalde de la CNT como el de Almodóvar, Manuel Alba Blanes, o el de Montemayor, Fernando Mata Povedano, que fue ejecutado. Luego hay áreas de la provincia, en la comarca de Priego de Córdoba, con ayuntamientos formados por partidos republicanos conservadores, por el Partido Republicano Progresista de Niceto Alcalá Zamora. El Ayuntamiento de Córdoba estaba controlado por el Partido Socialista, con participación de otros grupos como Izquierda Republicana, Unión Republicana e incluso el Partido Comunista. Su alcalde era Manuel Sánchez Badajoz, un funcionario de Correos que fue uno de los ejecutados en los primeros días de la sublevación, en aplicación del llamado bando de guerra. Durante toda la segunda República, no hubo elecciones municipales aunque eso no significa que no hubiera cambios en los ayuntamientos porque, tras el triunfo de la derecha en las elecciones de 1933, muchos son cesados por los gobernadores civiles y en su lugar, aparecen comisiones gestoras municipales. La República tenía intención de convocar elecciones municipales el 12 de abril de 1936, pero no llegaron a realizarse. 

-¿Por qué no hubo elecciones municipales?

-La presión parlamentaria y mediática de la derecha hizo que el gobierno del Frente Popular suspendiera la convocatoria. 

-Esos cambios en los ayuntamientos, ¿con qué criterio se hacen?

-Los ayuntamientos legales seguían siendo los constituidos en 1931, aunque hubo ceses gubernativos de alcaldes y concejales desde junio a octubre de 1934. Después de las elecciones generales de febrero de 1936, los ayuntamientos intentaron acoplarse a lo que se había votado en 1931, reajustándolo a la nueva correlación de fuerzas existentes cinco años después.

-¿Cuántos alcaldes se mantuvieron fieles al orden republicano?

-La mayoría. Lo que pasa es que, en muchos pueblos y en la ciudad, triunfa la sublevación militar y la consecuencia inmediata es que 14 de los alcaldes que habían desarrollado su labor en la República son ejecutados por el mero hecho de haber sido alcaldes. 65 más fueron condenados a muerte tras un juicio sumarísimo celebrado al acabar la guerra y 52 de ellos fueron ejecutados. En total, hubo 66 alcaldes ejecutados, todos de fuerzas de izquierdas. Otros 9 consiguen marchar al exilio, muchos no volvieron más, tres murieron en prisión mientras se preparaba su expediente sumarísimo, otros fueron condenados a otras penas de reclusión y hubo dos casos excepcionales como el alcalde de Villanueva de Córdoba Julián Caballero Vacas, que murió el 11 de junio de 1947 en un enfrentamiento con la Guardia Civil, y el alcalde de Espejo, Francisco Jiménez García, que se suicidó en prisión.

-Ahora se identifica la República con la izquierda, pero en la República había partidos de derechas. ¿Qué pasa con los alcaldes de derechas?

-En Priego, Fuente Tójar, Almedinilla, Luque, encontramos alcaldes del Partido Republicano Progresista que es de derechas y a ellos no se les toca un pelo, son los únicos de la provincia que apoyaron la sublevación militar y mientras el resto intentaba resistir, unos con mayor fortuna que otros, los del distrito de Priego, reúnen el pleno y aprueban un documento respaldando el golpe de estado. Esto solo ocurre en estos municipios.

-Sin embargo, Alcalá Zamora se exilió de España cuando empezó la guerra.

-A él le cogió haciendo un crucero por Europa y aunque era la cabeza del partido, no tuvo nada que ver con la determinación por la que optaron los alcaldes de esos pueblos. Alcalá Zamora murió en el exilio, pero sus correligionarios aprobaron la sublevación y ninguno fue juzgado ni sufrió represalias, aunque se les cesó inmediatamente por ser alcaldes republicanos.  

-Las sentencias dictan que "los alcaldes de todos los desmanes habidos durante el dominio rojo".

-Culpables por acción o por omisión. Esto se repite en la mayor parte de las sentencias que condenan a muerte o a 30 años de reclusión mayor. Sin embargo, yo demuestro en el libro que estos alcaldes no solo no fueron culpables de los desmanes sino que intentaron evitarlos en las zonas controladas por la República hasta el final de la guerra y hay cientos de testimonios defendiendo a los alcaldes, negando que fueran los culpables de los desmanes. 

-¿A qué desmanes se refiere?

-En las zonas controladas por la República, hubo represión contra los sublevados, contra los propietarios agrarios, las clases subalternas, sacerdotes que son ejecutados porque los grupos republicanos piensan que son los que han ayudado y animado al golpe de estado, sobre todo, en estos pueblos del norte de la provincia. Esto es lo que intentan evitar los alcaldes, que esos desmanes fueran a más. Pero para la justicia militar, lo importante era localizar al alcalde, aunque los responsables de estos desmanes, que los hubo, fueran otros.

-¿Por qué se convierte a los alcaldes en cabeza de turco?

-En el libro, me pregunto si los mataron por su trayectoria política o sindical previa, por defender el orden republicano o por luchar en las filas del ejército republicano. La represión franquista aniquiló a los alcaldes porque eran la más alta representación política y simbólica de la República y de esta forma extirpar la República y las políticas republicanas.

-¿Hay algún caso especialmente cruel?

-Hay expedientes que destacan por su extraordinaria dureza como el del alcalde de Puente Genil, Antonio Romero, que ni siquiera fue alcalde en el periodo del Frente Popular y que fue condenado a muerte por el procedimiento de garrote vil. Es el único alcalde ejecutado por ese procedimiento, en su propio pueblo. A otros se les condena a garrote vil, pero se les fusila. 

Antonio Barragán Moriana.

Antonio Barragán Moriana. / Chencho Martínez

-¿No había alcaldesas en la República en Córdoba?

-No había alcaldesas, pero sí mujeres concejalas y hubo alguna que asumió la dirección del Ayuntamiento periodos cortos, pero no es frecuente encontrarlas. Estas mujeres terminaron en el exilio y algunas condenadas a penas de reclusión importantes.

-¿Qué ocurre después de ese desmantelamiento de los ayuntamientos?

-Primero se crean comisiones gestoras afectas al régimen franquista. Siempre digo que lo que vino, no fue la paz, sino la victoria para ello se creó una nueva administración municipal acorde al nuevo régimen, con ayuntamientos compuestos por antiguos monárquicos, falangistas, carlistas, miembros del antiguo partido de Primo de Rivera, la Unión Patriótica y todas las fuerzas que apoyaron la sublevación.

-¿La provincia de Córdoba tenía más representación del Frente Popular que otras provincias?

-Sí, aquí las elecciones las ganó claramente el Frente Popular. En Córdoba, se dio un contexto peculiar en la guerra porque hubo territorios controlados desde el principio por los sublevados y otros controlados por la República hasta el final. Y es que mientras el golpe de estado triunfa en horas o días en la capital y los grandes municipios del sur, la zona norte, Peñarroya y el Valle de los Pedroches, aguanta la guerra hasta finales de marzo de 1939, con lo cual la represión será durísima.

-¿Por qué este libro ahora?

-Espero que libros como este ayuden a tener un conocimiento más fundamentado de lo que realmente pasó y que la desinformación que se impone hoy en día ceda paso a los trabajos de los historiadores. Es importante que se sepa que la represión judicial militar del franquismo sobre los alcaldes fue planificada, tuvo objetivos muy claros, continuidad en el tiempo, fue complementaria a otras acciones represivas, implacable, muy dura y además tuvo evidentes tonos de ejemplaridad. En la segunda parte del libro, estudio unos 150 expedientes sumariales de personas que pasaron por la alcaldía o la dirección de los consejos locales municipales y he de decir que es una suerte que todos estos expedientes se pueden consultar gracias a un proyecto de investigación que desarrolla la Cátedra de Memoria Democrática porque están digitalizados. 

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