LIBROS
Lovecraft, el maestro del terror que pasó de idealizar el fascismo a ser un socialista convencido
Se publica en castellano una selección de cartas en las que el creador de 'Los mitos de Cthulhu' muestra su faceta más reaccionaria y racista, antes de protagonizar un inesperado giro de guión en favor de las ideas progresistas
Eduardo
"Siempre digo que, quizás, el único prejuicio que Lovecraft no tuvo, o por lo menos no se le notaba, fue la misoginia. Se crio y vivió siempre en ambientes que en la práctica eran matriarcales; sus confidentes y cómplices fueron sus tías; sus momentos de mayor apertura emocional fueron con mujeres —aunque siempre por carta—; y apoyó a bastantes escritoras en una época en que no lo hacía todo el mundo ni mucho menos", comenta Javier Calvo, traductor y especialista en H. P. Lovecraft, escritor estadounidense cuyo tercer volumen de correspondencia acaba de ser publicada por la editorial Aristas Martínez.
La explicación de Calvo adquiere mayor sentido a la luz del contenido de las cartas recopiladas en este nuevo tomo. Si en el primero tuvieron cabida las relacionadas con su carrera literaria y en el segundo las que recogían sus sueños, el tercero abarca aquellas en las que el escritor de Providence demostraba sus afinidades políticas, su idealización de la época de la colonia británica, su simpatía por el fascismo italiano, su fascinación por el nazismo alemán y sus ideas supremacistas. En definitiva, una visión del mundo desgranada en cientos de cartas redactadas en la soledad de su habitación por un Lovecraft cuya personalidad recuerda mucho a la figura del incel contemporáneo.
"No eres el primero que usa la palabra incel para describir a Lovecraft. Por lo menos en el sentido de largar diatribas muy radicales a distancia, pero después ser un individuo tímido y perfectamente cortés en las relaciones personales. Lo cierto es que la escritura de cartas le permitía adoptar una identidad mucho más agresiva, como hace mucha gente hoy en día con internet", apunta Calvo que, sin restarle gravedad a la personalidad reaccionaria de Lovecraft, aclara que buena parte de ella era fruto de su imaginación desbordada y su capacidad de fabulación.
"Lovecraft idealizaba el belicismo y el imperialismo. Para él eran ideales que había tenido desde la infancia, cuando devoraba libros de Historia, novelas de aventuras, etcétera. Tanto el imperio británico como el proyecto imperialista de Mussolini le parecían grandes empresas viriles, recias y admirables, pero, a juzgar por lo que se puede leer en sus cartas, en esa idealización había bastante de fantasía. Aunque en general un hombre informado, estaba proyectando en el movimiento fascista italiano muchas esperanzas que tenía sobre cómo debía ser y cómo debía cambiar el mundo. En cualquier caso, el auge del nazismo en la década de 1930 desvió gran parte de su atención a Alemania y también le mostró cómo los ideales románticos del fascismo se podían pervertir con relativa facilidad".
A pesar de que muchos de esos ideales reaccionarios son difíciles de rastrear en su obra, otros, como la xenofobia o el racismo, parecen ser la inspiración para esas narraciones de terror en las que la amenaza procede del exterior o el miedo es fruto del contacto con otras especies diferentes a la humana.
"Creo que la xenofobia y el racismo influyeron de forma muy clara en su literatura. De hecho, Lovecraft convirtió sus ideas raciales en literatura, en más de una ocasión —recuerda Calvo—. Quizás los dos casos más claros son el relato El horror de Red Hook, en el que describe cómo las comunidades inmigrantes de la ciudad de Nueva York construyen una especie de submundo diabólico, traído de sus religiones paganas, que amenaza a la humanidad blanca y cristiana. También está La sombra sobre Innsmouth, que es básicamente un relato sobre los peligros de la mezcla de razas y la contaminación raciales, y tampoco hay que olvidar que incluso escribió algún poema de temática abiertamente racista".
De bruces contra la realidad
Miembro de una familia burguesa de Nueva Inglaterra, Lovecraft fue una especie de hidalgo quijotesco venido a menos, al que le costó toda una vida entender que era pobre, desempleado, autor sin éxito y que su bienestar era incompatible con las ideas excluyentes e insolidarias propugnadas por el fascismo, el nazismo y el capitalismo estadounidense.
"A Lovecraft le costó la vida entera aceptar su realidad personal. De acuerdo que era una realidad difícil de aceptar porque la suya fue una vida muy solitaria y deprimente, pero le costó horrores madurar lo bastante como para aceptarlo y, más importante todavía, para actuar en consecuencia. En este sentido, hay un abismo entre la arrogancia y la altivez sociales de sus cartas de juventud y lo que dice cuando ya tiene cuarenta y pico años, cuando ya es casi sensato".
Su fracaso como escritor, sumado a los estragos que la crisis de 1929 provocaron en las economías de él y sus tías, hicieron que Lovecraft experimentara una suerte de Epifanía. El joven reaccionario se transformó, llegada la madurez, en un hombre progresista que abominó del fascismo para convertirse en un militante en favor del socialismo.
"Lovecraft fue un damnificado de la Depresión. Como desempleado, formaba parte de un grupo social vulnerable y ya había sido pobre antes del 29. Aun así, su desapego hacia las formas del fascismo también tuvo que ver con su desengaño personal con Hitler y el nazismo. Al surgir Hitler, Lovecraft se identificó con él y le atribuyó unas cualidades de líder político nada realistas, que eran, supongo, las que se atribuía el mismo Hitler. Enseguida vio que Hitler actuaba movido por un fanatismo irracional, y que las premisas de su racismo eran completamente excesivas y enfermas incluso para un racista como Lovecraft. En cuanto Hitler empezó su persecución de los judíos y abolió la libre circulación de ideas científicas y artísticas, a Lovecraft se le rompió el corazón. A partir de entonces, pasó a soñar con un fascismo utópico que no tenía gran cosa que ver con el fascismo real y, por fin, a admitir que sus ideales tenían mucho más que ver con el socialismo democrático".
Entre su desengaño ideológico respecto del fascismo, su adscripción al socialismo y su muerte, apenas pasaron seis o siete años. Es imposible saber cómo habría evolucionado la vida y la obra de Lovecraft. Sin embargo, y a pesar de ser un tema especulativo o de ciencia ficción, Javier Calvo apunta algunas posibilidades.
"Nunca sabremos cómo habría evolucionado literariamente, pero no hay indicios que apunten a que fuera a desarrollar una literatura más política. Lovecraft se pasó toda la vida despotricando contra la literatura política y defendiendo un arte por el arte, que no se juzgara por su bondad sociológica, política ni humanística. De hecho, la idea misma de lo utópico me parece antitética a Lovecraft. Por eso creo que probablemente su obra se habría vuelto más compleja, más oscura y más visionaria. Pero claro, esto no son más que simples conjeturas y, seguramente, un resultado de mis propias fantasías, de lo que me habría gustado que pasara".
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