Adiós a un genio de las letras | Poesía

Antonio Gala siempre se consideró poeta

Su éxito teatral y la popularidad que le dio la novela tras ganar el Premio Planeta acabaron relegando, sin embargo, su obra lírica

Antonio Gala, en la clausura de Cosmopoética, en el 2008.

Antonio Gala, en la clausura de Cosmopoética, en el 2008. / CÓRDOBA/ARCHIVO

Antonio Moreno Ayora

Antonio Moreno Ayora

Aunque dicen las crónicas biográficas que Antonio Gala Velasco nació en Brazatortas (Ciudad Real), lo cierto es que desde muy niño respiró el aire de Córdoba y que él se ha sentido siempre cordobés, hasta el punto de que en algunos manuales se le da como nacido en este tan noble solar. Quizá porque él mismo sostiene -en una entrevista del 22 de diciembre del 2011- que ha "elegido nacer en Córdoba, tampoco soy tan idiota que elija una ciudad que no merezca la pena para nacer". Por eso Córdoba, desde siempre, ha estado volcada con Gala, y Córdoba, en estos últimos tiempos, se ha señalado también dedicándole, primero, una velada lírica en el Real Círculo de la Amistad -esto fue el 16 de mayo de 2014, coordinada por el también cordobés Manuel Gahete-, y luego, un número especial de la revista Suspiro de Artemisa, que en su décima entrega de otoño del 2014 lo homenajea con textos de casi cien poetas coordinados por Calixto Torres. Además, es del todo punto necesario hacer constar que igualmente hace unos años se le honró por parte de la revista literaria Ánfora Nova a través del monográfico Antonio Gala, cordobés universal, al que luego volveremos.

Gala, poeta

Intentamos consignar aquí algunos datos referidos a Antonio Gala en su calidad de poeta, que no es precisamente la vertiente de su obra más estudiada y ni siquiera más conocida, entre otras razones por ser más breve que las demás. En este sentido, se observa, por ejemplo, que su nombre está ausente -además de en otros muchos- en el volumen de Santos Sanz Villanueva Historia de la literatura española, 6/2 (1984), o en Poesía española contemporánea (1939-1980), editado en 1989 con selección y estudio de Fanny Rubio y José Luis Falcó, donde sí están presentes, entre otros, Gloria Fuertes y Caballero Bonald; de igual manera que tampoco se le incluye en la magna recopilación lírica de Francisco Rico Mil años de poesía española. Antología comentada (Planeta, 1996).

Como poeta andaluz sí lo menciona Abel Feu en su Panorama de la poesía andaluza desde la postguerra hasta la actualidad (1999), junto a otros como Joaquín Caro Romero, Julio Alfredo Egea o Rafael Soto Vergés, aunque luego no se le cite por separado ni se le antologue ningún poema. Pero Gala, públicamente en ciertas ocasiones, sí ha mostrado su temperamento de poeta y así, en una conferencia que impartió en mayo de 2001 con ocasión de unas jornadas literarias en Puente Genil, ofreció un espléndido ramillete de versos y de pensamientos líricos.

Sin duda alguna, su temprana aceptación como autor teatral -su primera pieza, Los verdes campos del Edén, data de 1963- y ya más tarde su popularidad como novelista, sobre todo desde que ganara el Premio Planeta en 1990 con El manuscrito carmesí, han ensombrecido y prácticamente relegado su obra lírica. Es más, si tenemos que creer a Francisco Umbral, cronista de la capital del reino y conocedor de sus intrigas, en su Trilogía de Madrid. Memorias declara que "los amigos metieron a Gala en el teatro, que no era lo suyo, le falsearon la vocación", añadiendo enseguida que "pero yo sabía que debajo del Gala triunfante había un auténtico escritor". Así somos los lectores, entusiastas parciales de un escritor, que nos dejamos guiar sobre todo por el marketing, aunque quizá en este caso deba pensarse que a ese desconocimiento ha ayudado el propio Gala, tan púdico y recatado que no ha sido hasta los últimos años cuando ha dado rienda suelta a toda su pasión lírica permitiendo que se vayan publicando sus Poemas cordobeses (1994), Poemas de amor (Barcelona, Planeta, 1997; prólogo y edición de Pere Gimferrer), y también más recientemente El Poema de Tobías desangelado (Planeta, 2005).

Hasta estos últimos años siempre había defendido, al menos ante el público, que "leer versos es hacer un striptease doloroso, pero leer sonetos de amor es ya una impudicia atroz". Es decir, la poesía de Gala existe, y quizá él, por su propia personalidad y su culto a la palabra adornada e incluso esplendente, sea más que nada y ante todo un poeta que se desborda irremisiblemente en los otros géneros hasta inundarlos de pasión y de poesía; debido a ello José Infante -en una publicación tan divulgada como la Enciclopedia General de Andalucía (2004)- ha calificado sus primeras comedias de "teatro poético".

Así que su aliento de poeta existe, ciertamente, desde que en 1959, al merecer un accésit del Premio Adonais, dio a conocer sus versos de Enemigo íntimo (Madrid, Rialp, 1960), a los que luego seguirán sus entregas de Sonetos de la Zubia (1981), de Testamento andaluz (1998) y ya los citados de fechas más cercanas. Téngase en cuenta, por todo ello, lo que ha escrito Jesús Bregante en su Diccionario Espasa al concretar que "sus inicios literarios fueron en el campo de la poesía; fundó varias revistas, y algunos de sus versos aparecieron en otras como Platero y Cuadernos Hispanoamericanos". Es más, se ha escrito que en una de sus conferencias -octubre de 1993- el propio Gala afirmó: "Si yo tuviera que elegir un adjetivo para calificarme no dudaría: poeta".

Andalucismo esencial

Una de las perspectivas desde la que puede admirarse la poesía de Gala es la de su andalucismo. Él, que vive y respira y se nutre de todo cuanto es o ha sido andaluz, no desdeña en tratar precisamente desde lo andaluz lo que en justo aprecio es también vivencia universal. Por eso en aquel poema suyo Guadalquivir en Sanlúcar expresa una confidencia que es válida en Andalucía, Nueva York o en Amsterdam: "Vio el jazmín, la pineda, / trigos, olivos, cantes destrenzados. / Vio la belleza que no atardece nunca. [...] Al despedirse de la Andalucía, / sintió el sabor salado de la muerte...».

Y este andalucismo puede rastrearse en primer lugar en muchos de los pasajes de poemarios con los que ya, por antonomasia, quiso rendir inconfundible homenaje a espacios concretos de la geografía andaluza, a lo que sin duda responde como ejemplo el citado Testamento andaluz, donde aparecen -según adelanta el mismo autor- "tres (poemas) por cada una de las ocho melodiosas provincias hermanas". Y lo cierto es que en cada composición (Playa de El Palo, Arcos de la Frontera, Níjar...) se enreda una alabanza a Andalucía por ser esta dulce escenario de dicha y amor: "Nada es sueño en el Sur/sino realidad/morena y desvelada". Al poeta, cuando quiere, le bastan solo unos versos para ponderar lo andaluz y ofrecérselo como inestimable don a la amada: "Y también el geranio rojo/vale más de momento/bajo esta luz de abril"; "Te llevaré de Córdoba a Granada/el redondo silencio y su blancura". Incluso en la poesía amorosa, esa que puede degustarse en sus esplendentes Poemas de amor en los que él confiesa haber ofrecido el "retrato más fiel de las únicas facciones de mi alma que importan", sigue el poeta -a la vez transpirando su ensimismamiento y su profunda individualidad- dejando también rastros de su acendrado andalucismo en esos que son versos de ardiente sugerencia, como los de El sur: "Y nosotros ¿qué haremos? / Los nacidos en tierras soleadas, / donde todo es como una jadeante / pedrería...".

Antonio Gala pronuncia un discurso en la Mezquita-Catedral (1978).

Antonio Gala pronuncia un discurso en la Mezquita-Catedral (1978). / CÓRDOBA/ARCHIVO

Poesía amorosa

Al fin y a la postre la poesía de Gala es siempre un canto de amor: al paisaje, a sus elementos y a sus gentes, estas siempre entrevistas como realidad o como sueño cercano. Su más reciente escritura, la de El poema de Tobías desangelado (Planeta, 2005), lo proclama desde sus primeros versos: "Qué gozosos los tres./No, qué gozosos los cuatro:/tú, el aire, el amor y yo". Por estos pasajes vemos entremezclarse la ilusión, la nostalgia, el deseo, el abandono, la íntima remembranza, el momento efímero, y el temor: "En este intrincado y polícromo bosque/dame tu mano para que no me pierda./Para que no te pierda, ángel, dame tu mano"; y todo ello porque el poeta, como hombre, está convencido de que "solo la fuerza del amor/salva un momento la distancia y la muerte./Tú y yo somos la prueba".

Tiene esta poesía de Gala un tono de sencillez y de agilidad que siempre le han sido característicos, apareciendo asida al transcurrir de lo cotidiano ("Si tú estuvieras amor, si tú estuvieras,/esta amarga cerveza me sabría/dulce como tus besos"), y esto para enaltecer y arropar en su dicha lo efímero del momento: "El amor nos había atado, como siempre,/de nuevo para siempre.../¿Qué importa cuanto dure?". Es este un sentimiento vivido como una compañía que arrasa cualquier paisaje y cualquier ubicación: "En la Isla de Lobos/tu mirada teñía la mañana,/el mar, mi vida, el aire", y en ciertos poemas (sobre todo en la sección El final de El poema de Tobías desangelado) presentado como una emoción que condicionó la fortuna y la alegría del pasado: "Hoy evoco los gentiles/cuerpos que amé [...] Ellos me dieron vida,/intensidad de goce o sufrimiento. [...] De nada me arrepiento:/yo también me entregaba".

Antonio Gala, junto al consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, en una de sus últimas apariciones (20189).

Antonio Gala, junto al consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, en una de sus últimas apariciones (20189). / SÁNCHEZ MORENO

Todo el libro, en su estructura, está concebido como un continuo viaje que se va enriqueciendo y ambientando a través de la arquitectura y del paisaje, del aire y de la luz, de las flores y a veces del mar de tantos y tantos lugares visitados. Y Córdoba estará ineludiblemente como destino preferido, reapareciendo como una pasión que lleva adosados imborrables recuerdos: "A ti, la siempre soleada,/la siempre echada de menos,/cumbre alta, río claro, sed mía,/infancia mía".

De acuerdo con este planteamiento lírico, el amor es una exaltada felicidad que se vive en un entorno concreto y a la que se accede frecuentemente a través de la mirada, por eso también todo cambia irremediablemente cuando hiere el recuerdo del amor: "Qué extraño este paisaje/sin tus ojos, para mis ojos solo. [...] Tan solo sé que el habitual paisaje/es demasiado grande para mí".

Dolor y soledad

Es evidente que, para el poeta, sus vivencias de enamorado son experiencias que se tienen en los más diversos espacios de un largo viaje en cuyas muchas escalas y de muy diversos modos está presente el amor para colmar el tránsito de goce y compañía, aunque a veces también de pérdida, de tristeza y de nostalgia. Así, junto a la recreación y el gozo presumibles ante los bellos lugares, monumentos e históricas ruinas, brota de pronto, como un destello inesperado, la voz de la ausencia y del lamento para convertirse en dolor y soledad: "Sin tus ojos no habría estado aquí,/y hoy estoy sin tus ojos. [...] Sin los tuyos, no habría estado aquí./Hoy estoy ciego sin tu risa".

Por este motivo se impone, como necesaria, una postura positiva que brota en versos como estos: "Cuanto sé del amor es que se acaba;/pero su rastro perdura/más que el bronce y la piedra". Nada extraña, pues, que Manuel Gahete, en sus recientes comentarios a la poesía amorosa de Gala, haya dicho -ese 16 de mayo en el Círculo de la Amistad cordobés- que sus poemas "no se abisman, en fatal pesimismo. En ellos, cunde fértil el fiero júbilo y la apacible pena; ese intenso trance entre el placer y la melancolía, la certeza y la duda. Como acaece con todo amor humano que se vive, que se sobrevive, que coparticipa y se integra". Y estas son igualmente las razones de peso para que José Infante, de nuevo, haya entendido la poesía de Gala como "una mirada sobre el paso del tiempo, la fugacidad y tragedia del amor, y los lugares relacionados con estos temas que han ido siendo los escenarios de su vida".

Con asiduidad uno encuentra por aquí o por allí declaraciones que hablan de Gala como poeta, aunque solo sea de pasada. En esta línea ha escrito Eduardo Mendicutti que en su compostura personal emerge el lirismo porque en él "habita el hombre blindado y frágil, el enamorado que hace libros para taparse las heridas, el orador que pronuncia las palabras como si fueran oraciones necesarias para su alma". Cuanto representa el escritor dentro del género lírico es algo aún en proceso de interpretación por parte de la crítica.

Y seguramente esta dio su primer paso en las páginas antecitadas del volumen de la revista literaria Ánfora Nova (n°41-42, Rute 2000), donde con frecuencia se opinó sobre el significado y el alcance de su poesía. Es en este volumen donde, por ejemplo, Elsa López reconoce que "él había escrito los más bellos poemas de amor que uno pueda imaginar", y también donde igualmente Raúl Guerra Garrido sostiene que "no escribe porque ama, sino porque quiere que le amen". Y Pilar Paz Pasamar coincide con ese planteamiento unánime de que en su obra, "sea del género que fuese, asoman siempre las hojas de acanto de su acento poético".

Pensemos para ir concluyendo que el propio Antonio Gala ha ilustrado en su libro Ahora hablaré de mí el concepto de correspondencia, afirmando que el amor "es un trabajo consistente en ayudar a que alguien se cumpla, y que, al hacerlo, nos cumple a nosotros mismos". Esa dadivosidad, esa buscada armonía con el otro, esa necesidad de comunicación, es seguramente el germen de su popularidad. Y esto y todo cuanto hemos escrito explica que Antonio Rodríguez, el 26 de abril de 2007, en su asidua colaboración de Cuadernos del Sur, llegara a escribir que Gala era "uno de los escritores más leídos y admirados por las masas lectoras de los últimos treinta años". Él, que aseguraba a Diario CÓRDOBA, el 28 de diciembre de 2012, que creía "haber cumplido en su vida con su vocación social y personal", bien merecido tiene el interés que se le preste.