MÚSICA

Guadalupe Plata llegan con su blues psicodélico este viernes al Ambigú

La banda de Jaén vuelve a Córdoba para presentar su nuevo disco, 'La Ruina', donde continúan su exploración musical por el imaginario folclórico

La banda Guadalupe Plata presenta su nuevo disco en el Ambigú de la Axerquía

La banda Guadalupe Plata presenta su nuevo disco en el Ambigú de la Axerquía / CÓRDOBA

La banda de Úbeda, encabezada por Pedro de Dios Barceló y Carlos Jimena, prácticamente no necesita presentación para aquellos amantes del underground, el blues, la psicodelia y las rarezas musicales. Pero Guadalupe Plata vuelven a Córdoba este viernes, al Ambigú de la Axerquía, donde presentarán, a partir de las 21.30 horas, su inminente nuevo disco, La Ruina. Las entradas están disponibles en este enlace.

No son unos recién llegados, aunque parezca que fue ayer cuando publicaron su primer Ep homónimo, un disco que marcó una clara directriz para esta banda, ya internacional: trabajo, militancia y una manifiesta pasión por los clásicos. Con estas premisas llevan funcionando los de Úbeda desde 2007, actuando en todos los espacios imaginables y editando canciones que han acabado cimentando seis álbumes sin título, inflados con blues crepitante, psychobilly lisérgico y surf de ciencia ficción. Con ellos han acumulado el reconocimiento (un Premio Ojo Crítico, un Premio Impala y varios Premios de la Música Independiente) y actuado por diversos rincones del planeta (Reino Unido, Europa, Sudamérica, EE. UU.), llegando a convertirse en el capricho confeso del mismísimo Iggy Pop (la iguana no se ha cansado de lanzarles parabienes desde su programa de radio en la BBC).

Nuevos temas apocalípticos y crepusculares

La representación cinematográfica del desierto suele estar detrás de los pasajes instrumentales de Guadalupe Plata pero, en estos tiempos en los que la realidad supera a la ficción, los efectos cromáticos apocalípticos y otros tintes crepusculares dejados en el cielo de Andalucía por el paso del polvo del Sáhara fueron los que inspiraron Calima. La canción cobró una nueva vida con la aportación de los sinuosos vientos de Matías Cordero, que también hacen acto de presencia en Maleficio y Y.N.T.M.A (acrónimo esta última de Ya no tengo mi ataúd, título que fue una siniestramente sugerido por el hijo pequeño de un viejo amigo).

La cigüeña es una canción de Agapito Marazuela, guitarrista y recopilador de folclore español del siglo pasado, que narra la batalla entre una cigüeña y una culebra. La imagen y el aire misterioso y andaluz de la melodía encajan a la perfección con el universo de Guadalupe Plata, que despliegan aquí su batería más identificativa, una percusión con botella de anís que echa fuego, una guitarra con uno de los ritmos de ventilador creados por Peret y, que Agapito los perdone, una voz con efecto vocoder.

Otro recurso sobre el que merece la pena llamar la atención: Carlos usa un bidón de queroseno en Zapateado para rendirle tributo a Robert Belfour, uno de los últimos grandes bluesmen cuyos pasos la banda intentó seguir, sin éxito alguno, los días que pasaron tocando en Clarksdale y Memphis invitados por el Deep Blues Festival.

La Tía Tragantía es un cuento de la tradición oral andaluza. Una leyenda sobre la hija de un rey de Cazorla que acaba convirtiéndose en un ser mitad serpiente mitad mujer y que fue narrada de generación en generación para asustar a los niños. En el contexto de esta transmisión generacional tenemos que entender también El cóndor pasa, con un vínculo tradicional muy fuerte en sus casas. Sin ir más lejos, fue la canción con la que el padre de Pedro le enseñó a tocar la guitarra. Después de la introducción, se le bajó la velocidad a la la cinta, dando lugar a un efecto destartalado que refrendó el azar: la segunda guitarra se grabó con un amplificador cuyas pilas estaban a punto de gastarse. Y otro último guiño a las raíces de Guadalupe Plata es Stabat Mater, el himno de la Cofradía de la Soledad, uno de sus favoritos de la Semana Santa de Úbeda.

En mi tumba narra a manera de epitafio la historia de un alma en pena asesinado en una pelea a navajazos y cuya tumba no visita nadie. Conviven aquí notas cromáticas nada habituales en la trayectoria del grupo con reconocibles dejes a lo Gun Club en el slide. En Ruina, un pequeño cuadro costumbrista, se cuentan los vaivenes emocionales de una larga ronda nocturna entre los barrios granadinos del Realejo y el Sacromonte donde empezó a encontrar alivio un corazón roto por el duelo.

En Al infierno que vayas nos encontramos con un cruce de caminos: el punto de partida es la letra de una falseta flamenca de Rafael Farina a la que se le añaden guitarras a lo T-Model Ford y baterías y percusiones deconstruidas a lo Captain Beefheart. Todo pasado por la licuadora de los de Úbeda, para quienes existe un claro paralelismo entre las letras del flamenco y del blues, "con un punto de amores rotos, locos o partíos, de no darle la espalda al dolor".

La portada del disco, diseñada por Pedro, es un tablero de juego que se despliega a lomos de una serpiente enroscada con la dificultad añadida de que todas las casillas llevan a la ruina. Las fotografías que acompañan al lanzamiento, realizadas por Carlos, están inspiradas en Los duelistas.

Sobre los detalles técnicos, Carlos comenta que "el disco se grabó en dos localizaciones diferentes con el mismo proyecto de estudio de sonido, basado en una grabadora tascam 246 de 4 pistas con cassettes de cromo del tipo II, usándose 18 de la marca Tudor. Toda la grabación ha sido realizada por el nosotros en Úbeda buscando un sonido propio con la libertad de tener el tiempo que quisiéramos para realizarla, llamando a esta experiencia Estudio Ataúd. La digitalización, mezcla y grabación de pistas extras se realizó en La Mina (Sevilla) en una producción conjunta entre Guadalupe Plata y Raúl Pérez donde se terminaron de añadir tanto saxos oscuros como teclados de 8 bits".