Música clásica

Orquesta de Córdoba: Requiem por un ciudadano ilustre

La gran obra coral de Giuseppe Verdi se interpreta el jueves 26 y viernes 27 de enero en el Gran Teatro

La Orquesta de Córdoba, durante una de sus recientes actuaciones.

La Orquesta de Córdoba, durante una de sus recientes actuaciones. / A.J. GONZÁLEZ

Llega a Córdoba la tempestuosa obra coral de Giuseppe Verdi, su Misa de Requiem para orquesta, coro y solistas, y para la ocasión, la Orquesta de Córdoba y su director, Carlos Domínguez Nieto, contarán con la participación del Coro de Ópera de Córdoba y cuatro solistas, la soprano Lucía Tavira, la mezzo Laura Vila, el tenor Alejandro del Cerro y el bajo David Cervera.

El germen inicial de la obra fue el Libera me Domine compuesto por Verdi para una misa colectiva en homenaje al recientemente fallecido Rossini en 1868. La desigual calidad de las partes de la obra abrió un debate comparativo que hundió la partitura para siempre. Pero Verdi, consciente del valor de su contribución, quizás imbuido por la sensación de haber iniciado con ella un proyecto de Misa que pedía ser completado, decidió acometer la empresa tras la noticia de la muerte del novelista Manzoni, figura esencial del Risorgimento italiano. Verdi, en la cúspide de sus facultades, compuso la obra a lo largo de 1873, y tras un obligado estreno en un marco eclesial en 1874, la composición pasó inmediatamente y con gran éxito a los escenarios teatrales. Hasta hoy.

Lenguaje operístico

Pienso, comparativamente, en el Requiem de Mozart, posiblemente la misa en música más famosa de la historia. Y no, no es lo mismo. No es lo mismo porque con el Requiem de Verdi no estamos ante la obra de un creyente, como sí fueron Mozart, Bach e incluso Beethoven, a su excéntrica manera, que se emplearon con fortuna en el desempeño de expresar con sonidos un mensaje de fe ritualizado y compartido para una comunidad de creyentes. No es lo mismo porque, tomando como punto de partida el mismo material textual, el ordo missae pro defunctis, para Verdi era una cuestión de libreto, de palabras en suma, al que la música añade capas de significado que lo complementan o, a veces, lo contradicen, algo en lo que el autor andaba a esas alturas de su carrera muy versado. No es lo mismo porque no se trata de una misa de difuntos, sino de difunto, una honra civil de salutación, llanto y agradecimiento por la pérdida de un personaje ilustre utilizando para ello la expresión artística más elevada de su época, el lenguaje operístico. En 1700 el papa Clemente XI prohibió la ópera en Roma por «inmoral». Misa y ópera no podían ser a la vez en una sociedad pía. Verdi las funde y triunfa. Que esto fuera posible habla de las enormes transformaciones seculares que estaban en marcha en el siglo XIX.

El destino, lamentablemente, ha querido que estas exequias verdianas no sean figuradas sino reales. Con la pérdida de Juan Carlos Limia, director general de Cultura y gerente del IMAE, la ciudad ha perdido una figura clave de su risorgimento cultural de los últimos treinta años. Este teatro, esta orquesta, hubieran sido otros sin él. Que la música de Verdi truene y extienda su suave melodismo italiano sobre ti, Juan Carlos.