CRÍTICA TEATRAL

¿A quién no le va a gustar?

'Miles Gloriosus' refleja la versión libre de Antonio Prieto con el director Pep Antón Gómez

El espectáculo se desarrolló en el Gran Teatro de Córdoba.

El espectáculo se desarrolló en el Gran Teatro de Córdoba. / Archivo / Córdoba

Telón, qué ocultas. Miles Gloriosus, las notas son las primeras que te encuadran en hilera mientras las plumas rojas de un casco sin cabeza centran nuestra vista. Son el objeto de deseo y de comedia, protagonista en este texto dramático que, en la versión libre de Antonio Prieto, el director Pep Antón Goméz ha realizado en escena. El IMAE lo ha escogido como primera obra de este año nuevo, siendo un acierto significado por todo un patio de butacas colmado de manos de aplauso rápido: han venido para ver a su actor mediático. Con él cenan cada noche, y que para reforzarles en su elección de verlo en directo y sobre el escenario, Carlos Sobera los recibe cantando. Apela a todxs ellxs, al bajar del escenario en reiteradas ocasiones. Con esta dinámica, Miles Gloriosus se acerca física y ficcionalmente. Curva todas las bocas hacia una sonrisa sostenida durante los cien minutos del espectáculo. 

En hilera se mantienen las once conchas. Son recurso escénico que mira hacia el relato. Separan lo azul de lo terroso, ambos vecinos de un suelo, aún indefinido y diseñado por Alejandro Contreras. Los personajes huyen del espacio compartido por los laterales por los que entraron. Es el requisito para entrar de nuevo y recuperar su papel en el relato. Vecindad y proximidad son anhelos de cercanía. Son deseos de ocupar un espacio cada vez más parecido a sí mismo. Por ello el lenguaje que se utiliza es cotidiano, y con referencias conocidas para que sea una historia fácil de entender. Carlos Sobera ha bromeado con el público, haciendo chistes ‘fuera de guion’ muy aplaudidos. 

Miles Gloriosus, dices que vas a ser desvelado. Así lo muestran el juego combinado de luces cenitales y horizontales propuesto por Miguel Ángel Camacho. Nada permanece en la sombra. En el escenario, un rectángulo cubierto de cortinas se descorre para ser dos imágenes: dos fotografías de pórticos a escala cuasi real. los personajes saltan de un rectángulo a otro, corren por detrás y bajan las escaleras del escenario para hablar a nuestra altura. ‘Se ha escapado el capuchino llorón’. El capuchino es un nuevo engaño, porque no saldrá a escena. Unas gafas de Sol serán la diferencia entre Cornelia y su hermana gemela, interpretadas por el mismo personaje. En esta primera parte se ha jugado a convencer a alguien de que no ha visto lo que ha visto. ¿Cómo sabemos lo que vemos? ¿Lo que vemos es lo que decimos que es? ¿El lenguaje es vehículo de verdades? Si es así, ¿cómo puede existir el engaño y la farsa? Todo es cierto a la vez que nada lo es, en este juego de nombres, de realidades y de metateatro. ¿Y si Yo no soy Yo? ¿Y si Yo también soy Tú? ¿Y si somos iguales? Jean Genet descubrió esto sentado frente a otra persona en un tren, y esta noche Miles Gloriosus lo resalta entre un proscenio y su pasillo. 

En el siguiente fragmento los personajes nos descubren la estratagema que va a ocurrir. A excepción de Carlos Sobera (Miles), Ángel Pardo, Silvia Vacas, Juanjo Cucalón, David Tortosa y Antonio Prieto interpretan un nuevo papel dentro de la historia. Aparecen dos figuras nuevas (Elisa Matilla y Arianna Aragón) y pronuncian frases escuchadas en televisión, desde el ‘¡Hombre ya!’ hasta ‘¡la manita relajá!’. Gracias a ellas, el público participa de este espectáculo, riendo y esperando ser provocado por nuevas bromas. ¿A quién no le va a gustar una versión de comedia romana del siglo II a.C.? Estás hecha para conectar con la mayoría. Miles Gloriosus, por esto y por tus giros, eres leída como increíble espiral.

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