ENTREVISTA | Fernando Alberca de Castro Doctor en pedagogía, profesor y escritor

"A los cinco años todos somos artistas, filósofos o pensadores"

Presenta su nuevo ensayo, 'Geniales, la genialidad incomprendida de los niños', sobre la importancia de la felicidad en el crecimiento

Fernando Alberca de Castro, con su nuevo libro.

Fernando Alberca de Castro, con su nuevo libro. / Manuel Murillo

Fernando Alberca de Castro es doctor en pedagogía por la Universidad de Córdoba, ciudad en la que nació; máster en neuropsicología y especialista en un amplio espectro de campos relacionados con el desarrollo educativo que lo han llevado a ejercer como profesor, orientador y asesor educativo.

Su libro Todos los niños pueden ser Einstein, abrió camino en los planes de prevención de fracaso escolar. Este martes ha presentado en el Círculo de la Amistad Geniales, la genialidad incomprendida de los niños, un nuevo ensayo en el que incide en la importancia de mantener la esencia genuina para crear una sociedad de adultos más felices.

¿Qué es lo peor que se le puede decir a un niño?

Me has decepcionado.

¿Y lo mejor?

Te quiero mucho. No, hay algo mejor. Tú vales mucho.

¿Realmente son tan diferentes de los adultos?

El adulto es un niño con más complejos, más experiencia. Hay que saber combinar la sabiduría de la adultez con la genialidad y la naturalidad de un niño; esa chispa distintiva de todo ser humano que le ayuda a enfrentar las circunstancias y aprender eficazmente del mundo que le ha tocado vivir. Sin esa genialidad, no sabremos sortear las grandes dificultades.

¿Cómo se puede mantener viva esa genialidad?

A los cinco años todos somos filósofos, artistas o pensadores creativos. Cuando empieza la adolescencia, la cuestión es no apagar esa esencia por la necesidad de pertenencia a un grupo o el qué dirán. A los once años, cuando se hace más patente esta necesidad de pertenencia, más que decir lo que siente el adolescente dice lo que cree que va a ser aceptado. Ahí es cuando tenemos que estar muy audaces para potenciar la opinión, el espíritu crítico y la forma no convencional de mirar.

"Lo mejor que se puede enseñar a los hijos para su felicidad es el amor desinteresado"

undefined

¿Cómo se construye un adulto infeliz?

Pues yendo en contra de la felicidad. Sí, las encuestas revelan que la mayor parte de adolescentes y adultos del mundo contemporáneo consumista se declaran a sí mismos infelices. Es vital que aprendamos a ser felices y se puede empezar con cuatro claves. La primera sería encontrar lo extraordinario en lo cotidiano. Lo segundo sería aprender a salvar obstáculos sin que eso sea un problema para ser felices. Tanto la felicidad como los problemas forman parte de la vida y no existe ninguna felicidad real sin problemas. La tercera clave es que todo tiene consecuencias, aunque lo bueno siempre pesa más que lo malo y hay que tratar de forjarse ese pensamiento para superar los errores que hemos cometido. En cuarto y último lugar, lo mejor que se puede enseñar a los hijos para su felicidad es que amen desinteresadamente. Es decir, no querer o hablar mejor de quien se saca más partido;despegar el amor del interés. Amamos porque queremos, no porque lo necesitamos. Si amamos debemos hacerlo desinteresadamente y sin sacar nada a cambio. Una imagen donde esto se ve muy claro es el cariño hacia un abuelo que tiene alzhéimer y que no puede responder. El amor acumulado de hace tanto tiempo provoca que no importa el que no se devuelva.

¿Qué ocurre cuando se da y no se recibe nada a cambio?

En este caso no hay amor. Para que el amor exista debe ser recíproco, el amor platónico no es realmente amor. Si se da mucho hacia una persona que no nos responde, lo mejor que podemos hacer dentro de nuestro amor es dejarla ir. Si no, se trataría de una dinámica realmente tóxica. Por ello, también es importante tratar de enseñar a los niños el abanico emocional que les permita diferenciar entre unas relaciones personales y otras. Si como humanos nos relacionásemos continuamente, y en todos los aspectos, en relaciones desiguales, todo sería un caos. 

Suscríbete para seguir leyendo