RECONOCIMIENTO

Cantabrana: la luz y el color

El artista ingresa en la Real Academia de Santa Isabel de Hungría, convirtiéndose así en el primer pintor cordobés que entra a formar parte de esta prestigiosa institución

Una vida dedicada al arte: el pintor cordobés Juan Cantabrana.

Una vida dedicada al arte: el pintor cordobés Juan Cantabrana. / MANUEL MURILLO

El pintor cordobés Juan Cantabrana ha ingresado en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla. El Pleno Extraordinario de esta institución, en su reunión del pasado 25 de mayo -aunque Cantabrana no lo haya dado a conocer hasta ahora-, acordó «proceder a su nombramiento como Académico Correspondiente en Córdoba», según la carta enviada para comunicárselo. De este modo, Cantabrana se convierte en el primer pintor cordobés que ingresa en esta prestigiosa institución, heredera de la Academia Sevillana del Arte de la Pintura, fundada en 1660 por Bartolomé Esteban Murillo, entre otros artistas sevillanos. El discurso de presentación está previsto para el martes 14 de marzo de 2023.

El Pleno académico valoró, según el expediente abierto con motivo de su nombramiento, facilitado por el secretario de la institución, Fernando Fernández Gómez, «los méritos demostrados en toda una vida dedicada al arte de la pintura», así como «su reconocida trayectoria profesional a lo largo de Europa y América (Madrid, Tours, París, Nueva York, Nueva Jersey, etc)». «Su pintura -se indica más adelante- se encuentra repartida en colecciones particulares en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y en algunas ciudades españolas. En abril de 1994 es incluido en el diccionario Forum Artis de pintores y escultores españoles del siglo XX». 

«El tiempo de ejecución de la obra es la aventura máxima que puede tener un artista»

Cantabrana considera que su ingreso en la academia sevillana es para él «un hito importantísimo, porque Santa Isabel de Hungría es una de las reales academias españolas que tienen una importancia histórica enorme», así que, afirma, «es un gran orgullo que haya sido aceptada mi candidatura», un hecho que le compromete a informar sobre su obra «para que forme parte del archivo cultural de la academia en el apartado de pintura».

Su interés por la pintura surgió muy temprano. «Yo recuerdo que era muy pequeño -tendría quizás cinco o seis años- y mis padres me dejaban con unos amigos que tenían una casa preciosa en Gran Capitán, cerca de donde yo nací -que hoy día por cierto es el Colegio de Arquitectos-. De mi estancia de niño en esa casa, yo recuerdo los grandes tapices que había en algunos de los salones. Y creo que empezó ahí mi interés subconsciente por la pintura». Luego, con nueve años, copiaba obras del Renacimiento italiano y después salió a pintar por las callejas de la ciudad. Las primeras lecciones de dibujo las recibió en el taller del escultor Amadeo Ruiz Olmos, de donde pasó a la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria y posteriormente, ya en Madrid, al estudio del pintor Daniel Vázquez Díaz y a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Plasmar la verdad

A la hora de pintar un cuadro, lo que le preocupa, «fundamentalmente, es la verdad, es decir, plasmar la verdad artística de lo que hay delante de mí, por eso para mí es tan importante el natural, pintar directamente del natural, porque ahí está todo, todo lo que es directo en arte es fundamental», argumenta. Y sobre el hecho de pintar en sí, asegura que «el verdadero disfrute del artista está en el tiempo de ejecución de la obra, o sea, ese espacio que hay de lucha para dilucidar la idea primigenia que tienes tú en la mente cuando abordas una obra de arte, como decía Degas». «Lo que me interesa es mantener la primera idea -continúa- y que esa primera idea llegue hasta el final de la obra. Ese es el gran premio, el tiempo de ejecución de la obra, que es la aventura máxima que puede tener un artista».

«Es un gran orgullo que haya sido aceptada mi candidatura», dice el creador

En cuanto a sus temas preferidos, señala que son «lo que hay delante de nosotros, o sea, la vida en sí. Puede ser el costumbrismo, pueden ser escenas especiales, retratos o paisajes. En fin, yo no tengo una especialización en un tema concreto». Y sobre su trayectoria indica que ha estado «sesenta años analizando mi paleta de color y he tenido muchísimas influencias de muchos grandes maestros, como los impresionistas, los nabis, Pierre Bonnard o la Nueva Figuración, con todos sus análisis del colorido y la luz. Yo lo que he perseguido siempre ha sido el color y la luz, siempre».

De sus exposiciones, destaca la primera, «de jovencillo en Córdoba, en una galería que había famosísima en la calle Góngora, que era la Sala Municipal de Artes, un sitio histórico que en mi opinión no debería haber desaparecido»; las de la Galería Toisón en Madrid; la de la Galería Stampfley de Nueva York, en el año 80, y, de nuevo en Córdoba, la inauguración de la Galería 2000 y la antológica Visión Bíblica, en Cajasur. 

Entre los pintores que más le han marcado están Oscar Kokoschka, Fernando de Amárica y Pierre Bonnard, del que vio un pequeño cuadro de rosas rojas durante una exposición en Madrid que le impactó mucho por las diferentes gamas de color entre la luz y las sombras, lo que abrió un nuevo caleidoscopio de color en su paleta que le llevó a desterrar el negro y los colores tierra, cambiando completamente el cromatismo de su obra.

El discurso de recepción académica tratará sobre un sistema de medición del natural ideado por él, basado en el ángulo recto que han de formar el brazo y una varilla cuyos ejes serán el ojo y el hombro del pintor. Ya saben: el 14 de marzo.

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