Diario Córdoba

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Al margen

'Armageddon time'

La emoción se palpa sin llegar al melodrama

Una imagen de la película 'Armageddon time'. CÓRDOBA

Aunque el título puede llevar a confusión, pues habrá quien piense que estamos ante una película de acción, efectos especiales y bombazos que impliquen el fin del mundo, nada más lejos de la realidad. Este tiempo de apocalipsis, catástrofe y devastación a que se refiere el enunciado no es ése precisamente. Porque James Gray (director de películas tan atractivas como Two lovers, La noche es nuestra, La otra cara del crimen, El sueño de Ellis o “Ad Astra) se apunta a eso de volver su perspicaz mirada hasta la infancia, como han hecho tantos cineastas -desde Truffaut hasta Cuarón, desde Louis Malle hasta Fellini-, narrando cómo todo acaba en desastre a nivel íntimo y político, por lo que vino después y hasta ahora.

Concretando: el protagonista es un niño bastante sensible (Michael Banks Repeta está impresionante) con una relación especial con su abuelo materno (Anthony Hopkins magnífico, como siempre); en la escuela, hace amistad con un chico marginado por su color de piel (Jaylin Webb); la madre (Anne Hathaway en uno de sus mejores papeles, pese a no ser protagonista) lo protege cuanto puede hasta que se produce un incidente, modificando el transcurso de la vida del chico y que lo llevará a cambiar de colegio, pese a sus reticencias ante el panorama que se avecina: otra forma de ver la cosas, rigidez excesiva en la educación y convicciones más que discutibles.

Estamos en los años ochenta, plena era de transformación, con Reagan a las puertas de la Casa Blanca y el centro escolar en cuestión pertenece a la familia Trump, nada más y nada menos. En definitiva, se podría entender que el armageddon del título nos remite a la destrucción del sueño americano.

El guion, escrito por el mismo director, invita a la reflexión desde una mirada triste y ética a la vez. La emoción se palpa, sin llegar a caer en el melodrama. Las interpretaciones están más que a la altura. El retrato familiar, impecable; así como la atmósfera que se vive ante lo que se avecina: el fin de la inocencia.

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