José Martínez Delgado es Catedrático de la Universidad de Granada, del Departamento de Estudios Semíticos. Actualmente se encuentra en Cambridge con una beca de un año que le ha concedido el Ministerio de Universidades dentro del Programa de Recualificación. Desde allí nos atiende dejando por un momento a un lado sus labores de investigación.
Gracias por atendernos. Por poner en contexto a los lectores, cuénteme en qué está centrado aquí, en la Genizah Research Unit de la Biblioteca de la Universidad de Cambridge.
Estoy en una estancia de investigación porque aquí hay una colección medieval muy importante, la Genizah de El Cairo. Una Genizah es un habitáculo que hay en una sinagoga donde se depositan documentos que han quedado inservibles y como están escritos en hebreo y suelen ser religiosos o sagrados, no los pueden tirar a la basura, los tienen que guardar en esa pared tapada, como la habituación del Quijote pero con una ranura. De cuando en cuando hay que sacarlos y enterrarlos en una cueva con un ritual. Pero en El Cairo se fueron acumulando durante 900 años. Se fue dejando hasta que llegaron los grandes expoliadores europeos que lo descubrieron y lo vaciaron. Muchos de aquellos textos, 141.000 están aquí en Cambridge. Eso es una ventana a la Edad Media porque hubo un momento en el que depositaban cualquier cosa.
Ahí es donde ha dado con el manuscrito en el que ha identificado la escritura de Maimónides.
Sí, yo sospecho que cuando Maimónides murió alguien tuvo que coger sus papeles y tirarlos ahí. Yo lo que trabajo es la gramática del hebreo bíblico en su forma de pensamiento andalusí. Un buen día un amigo de la Universidad de Tev Aliv, Amir Ashur, me propuso hacer un libro sobre este tipo de textos porque veía que yo podía leerlos. Nos animamos y sacamos el libro La vida cotidiana de los judíos de Al Ándalus que fue un éxito y va ya por la segunda edición. A partir de ahí nos propusieron hacer uno pero en inglés para que tuviese difusión internacional. Yo lo que estoy haciendo ahora aquí es ese encargo. Estamos realizando un libro nuevo, con nuevos textos y un mayor número de aportaciones. El otro día revisando materiales vi que tenía apuntado algo sobre un glosario judeo-árabe, judeo-romance, letra sefardí, letra andalusí. Entonces me dio por mirarlo, porque esa anotación la hice la primera vez que estuve aquí, hace ya seis años. Hice una lista de textos que me llamaban la atención. Imagínate, 141.000 escritos, vas mirando y apuntando cosas. Entonces el otro día al verlo, al ver la letra, que para mí ya las letras son como caras, la reconocí. Lo consulté con mi compañero Amir Ashur y automáticamente me contestó que era Maimónides. No tiene mayor importancia porque no es el primer escrito de Maimónides que aparece. Aquí la gran sorpresa y la novedad fue que estaba escribiendo en romance. Ese es el contexto del hallazgo.
Para que se entienda, lo habitual de los escritos del filósofo cordobés es encontrarlos escritos en árabe.
Sí, él escribía en esa lengua. También escribía en hebreo y al final de sus días se arrepintió de haber escrito en árabe porque no hubiese tenido que ser traducido y la gente hubiese sabido lo que realmente quería decir. La importancia de este texto radica en que no es lo que Maimónides quería que supiésemos de él sino que lo hemos pillado en su intimidad, haciendo unas listas con cosas que tenía en la cabeza como colores, alimentos básicos, herbáceos… Está todo perfectamente ordenado pero no sabemos por qué se tradujo al romance. No todo el texto está traducido, no sabemos si estaba preparando algo o si, simplemente, era así de ordenado y limpio, si lo iba a usar en una de sus clases o era solo por puro pasatiempo. Aquí es donde viene mi pena porque estoy convencido de que él no tenía ni idea de romance. Mi gran decepción ha sido ver que no conocía esa lengua, que está presente en las jarchas, por ejemplo, además de anécdotas donde vemos que eran capaces de traducir la Biblia y el Corán al romance improvisando verbalmente, tanto musulmanes como judíos. Este es el problema que estamos teniendo realmente porque ni Amir ni yo somos especialistas en lenguas románicas. Estamos esperando el análisis del castellano que está haciendo un compañero de Zaragoza, Alberto Montaner que nos dirá si era un dialecto romance de Aragón, Cataluña, Valencia, o de dónde.
De este mundo de la cultura judeo-árabe hay mucho por descubrir?
Sí porque somos pocos los que nos dedicamos a esto. Queda muchísimo por hacer. Yo me encargo del pensamiento lingüístico medieval y ahora estoy intentado sacar a flote el judaísmo andalusí, que no lo conocemos. Ni siquiera sabemos cuántos judíos había en Córdoba en la época del Califato, por ejemplo. No sabemos absolutamente nada, cuántos eran pobres, cuántos ricos, sus oficios… y todo eso hay que sacarlo de estos textos.
¿Todo esto que van extractando se ve reflejado en su libro?
Sí, son 22 documentos y pensamos que van cubriendo distintas facetas que aportan una visión bastante completa de qué problemas tenían, pequeños detalles de su cotidianeidad, no es un libro de historia al uso. Creo que hay que reivindicar esa cultura e ir entrando al meollo de qué le pasaba a aquella gente.