Fernando Aramburu hizo de Patria, su novela más famosa, en la que interpreta el drama vasco desde la ficción, su camino de entrada a Alemania, años después de vivir aquí y también de publicar sus libros en la lengua con la que convive. Pero, decía este miércoles a la hora del desayuno en el hotel donde está la mayoría de los españoles que acude a este festival cuyo invitado especial es España, aquel libro que, como casi todos los suyos, publicó la editorial Tusquets, fue el camino de su consolidación, igual que otros han llegado a las estanterías extranjeras gracias al impulso de lo que pasa en Fráncfort.

El propio Aramburu estuvo en la presentación, hace meses, de la iniciativa española de convertir este acontecimiento en el lanzamiento de una idea que las administraciones españolas, al contrario que otras europeas, como InglaterraFrancia o la propia Alemania, no han tomado en cuenta como Dios, al menos el Dios del negocio editorial, manda. Vender en Fráncfort requiere potencia, y para alcanzar esa potencia son imprescindibles las intervenciones de los estados que tienen que sacar pecho de su acción exterior cuando ésta está hecha, sobre todo, por la empresa editorial privada.

"En 1991, la primera vez que España fue país invitado, hubo doscientas traducciones acordadas del español al alemán. Ahora son 450"

Las cosas cambian, y en este Fráncfort se ve. En 1991, la primera vez que España fue país invitado, hubo doscientas traducciones acordadas del español al alemán. El vuelco ha sido memorable: ahora 450 libros de autores españoles serán traducidos a la lengua alemana, que también comprende Austria. Tres millones de euros de ayudas públicas regados para hacer más universales los libros o autores de las lenguas que se hablan en España han hecho fortuna en el sector editorial alemán para que sean volcados al idioma de Goethe.

La charla del homenaje a Almudena Grandes con su editor, Juan Cerezo (segundo por la izda.), y el escritor Fernando Aramburu (primero por la dcha.). EFE

La lista es muy larga. Anoche nos la pasó Elvira Marco, alma de esta presencia española en Fráncfort. Son muchas páginas de nombres propios que, tomados al azar, tienen estos nombres y títulos, nada más abrir el Excel en el que constan: Andrea Abreu (Panza de burro), María Hesse (El placer), Javier Cercas (Independencia), Milena Busquets (Gema), Carla Montero (El jardín de las mujeres Verelli), Santiago Lorenzo (Los asquerosos), Joan Maragall (Poesía completa), María de Zayas (Desengaños amorosos)…

No es interminable la lista, tiene cerca de medio centenar de nombres propios, con sus títulos, sus editoriales de origen, con los traductores que han tenido o tendrán esos libros a su cargo, y constituyen en sí mismo una aportación excepcional a la historia de estos acontecimientos, en los que hasta ahora han sido sobre todo las editoriales o los agentes los que han fiado a sus relaciones y a sus presupuestos el riesgo de buscar traducciones para sus autores.

Tres décadas después

Desde 1991, la Feria de Fráncfort no había conocido una visita tan fructífera de este país. Ese es un clima que tiene que ver con el propio stand, de colores mucho más estimulantes que aquella plaza de toros oscura que entonces fue símbolo de una participación de la que salieron nombres que luego han sido señeros en la historia de estos años, hasta ahora mismo.

Quienes hablan de los sonidos de entonces recuerdan, sobre todo, a los que viniveron, organizados por la mano maestra de Jaime Salinas, entonces director general del Libro en la época de Javier Solana. Fueron los tiempos en que España exportaba los nombres de Javier MaríasAntonio Muñoz MolinaArturo Pérez-ReverteCarlos Ruiz ZafónAlmudena GrandesJulio LlamazaresAdelaida García MoralesJorge Semprún o Eduardo Mendoza. Pero ahora, si la lista de Fráncfort se hiciera con todos aquellos que te encuentras por los pasillos del Hotel Meliá, donde se aloja todo el mundo, no habría sitio ni en el Excel de los que han sido traducidos o van a traducirse en este periodo de la actuación de la selección española de la literatura, que ha venido a encontrarse en las librerías que venden libros que antes fueron en nuestro idioma.

La curiosidad de los nombres propios y de sus títulos, en nuestro país tan propenso a las listas, tiene mucho campo por señalar. En esta otra página del Excel del ministerio de Cultura encuentro, entre otros, a Cristina Morales (Lectura fácil), Elvira Sastre (Días sin ti), Sabas Martín (Un rumor de siglos), Kiko Amat (Antes del huracán), Rocío Bonilla (Oh, oh, la pilota), Najat El Hachmi (El lunes nos querrán).

La combinación de nombres y de generaciones es tan amplia y diversa que parece incontestable desde cualquier ángulo, pues en otra página se pueden subrayar estos nombres propios sucesivos (con sus títulos): Marta OrriolsJesús CarrascoAntonio Muñoz MolinaMaría BarbalMiqui OteroSara MesaElena MedelEnrique Vila-MatasIsaac Rosa, Berna González HarbourMiguel de Unamuno (sí, el autor de Niebla), Mercedes Núñez TargaRay LorigaManuel Chaves Nogales (en este caso, del gran periodista de la guerra se publicará en alemán Bajo el signo de la esvástica), Manuel VilasMaría BarbalBernardo AtxagaAnna BalbonaLola Pereira ValeraAndrés BarbaMónica GutiérrezAnder IzaguirreQuim MonzóSergio del Molino

No es interminable, pero es imposible concentrar la lista en una crónica, aunque la enumeración da idea de que en este caso no tendrán mucha fortuna los que suelen expurgar nombres propios para hallar el diablo de la discriminación o la arbitrariedad.

Para que los lectores (también los que cultivan el morbo) entiendan la variedad de esta propuesta de poner en alemán la cultura literaria española, nos permitimos avanzar también estos nombres propios que seguramente suenan como si fueran actuales: Víctor CataláAntonio MachadoEmilia Pardo BazánRamón del Valle Inclán, Federico García LorcaLuis CernudaCarmen LaforetJuan Benet, María Zambrano

En la página siguiente del voluminoso dossier de nombres propios encontré a Javier Marías o a don Luis de Góngora, lo que le da a lo que se puede llamar 'la lista de Fráncfort' el aire de una biblioteca española en una ciudad mediana de un país que en 1991 trajo a la misma feria menos de la mitad de autores que iban a ser traducidos y, frente a las luminosas salas de 2022, trajo aquí, como nos dijo un testigo de entonces, Antonio Muñoz Molina, una plaza de toros con albero de La Maestranza de Sevilla. Ahora cerca de medio millar de nombres españoles se aprestan al asalto, pacífico, de las estanterías que leen en alemán.  

Nadia Calviño interviene en Fráncfort ante la mirada de (de izda. a dcha.) Luis García Montero, Miquel Iceta y la moderadora del acto, Cristina Gallach. EFE

Irene Vallejo mirando contar el futuro

La escritora española que con ímpetu ha entrado en la nomenclatura de los escritores traducidos del español, Irene Vallejo, zaragozana, autora de El infinito en un junco, contemplaba de pie el relato sobre lo que se propone hacer el Gobierno español para que el futuro sea digital y mucho mejor que el pasado.


Fue en la mañana del jueves, en el pabellón principal de la Feria de Fráncfort. Irene Vallejo, cuyo libro celebra la cultura literaria que se hizo curiosidad y el asombro de lectores desde el remoto pasado hasta el tiempo en que ella escribió ese libro ahora tan universal como las obras clásicas que se estudian en los institutos, escuchó de qué manera el ministro de Cultura, Miquel Iceta, el director del Cervantes, Luis García Montero, y, sobre todo, la vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, explicaban cómo España, en alianza con los países en los que se habla y se escribe español, va a afrontar el desafío digital.


Quieren, con un proyecto que han bautizado con el acrónimo Perte (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación de la Economía), afrontar el desafío de la industria norteamericana que ha convertido el inglés en la única posibilidad de traducción en el mundo digital.


Iceta fue el más optimista de la presentación. Además, se llevaba el ministro un eslogan lorquiano para celebrar el punto y seguido de este proyecto para el que habrá más de mil cien millones de fondos públicos extraídos de la ayuda europea, y una cantidad similar que se espera obtener de la iniciativa privada. Ese optimismo de la voluntad lo cifró el ministro con una reformulación de la más conocida copla lorquiana, “Perte que te quiero Perte”; García Montero, poeta, recogió el guante y explicó que Antonio Machado introdujo en su poesía una metáfora de cómo las máquinas pueden violar la poesía. Y aun más. La vicepresidenta, que es lectora habitual, recogió también de Machado lo que Joan Manuel Serrat convirtió en canción de todo el mundo: “Caminante no hay camino…”


La Feria de Fráncfort es un mojón de la autopista del español. El optimismo, decía el ministro, tiene razón, y el poeta y la vicepresidenta no le quitaron esa ilusión de que el español pueda equipararse a la lengua que hasta ahora hace hablar a las máquinas con acento inglés.


A la hora en que acabó este encuentro Irene Vallejo ya se había sentado, pero nos fijamos bien y vimos que no hizo otra cosa que mirar cómo contaban el futuro los que hablaban desde el estrado ante la que, hasta el momento, mejor ha contado el pasado de la escritura.