Ha ganado el Nobel Annie Ernaux y este es un gran día para todas sus lectoras. Especialmente, para las más jóvenes que la han descubierto en los últimos años. Ha tardado mucho, demasiado, la escritora francesa en hacerse un lugar en la consideración crítica, quizá porque sus libros desde su aparición original en los años 70 quedaron relegados al archivo de la literatura de mujeres, como si esa condición no supusiera un valor universal. 

La prueba de fuego para conocer a un buen lector masculino es preguntarle tras la lectura de un libro de Ernaux hasta qué punto se siente interpelado por las obsesiones de la autora tal y cómo ella las expone: el amor, el sexo o el desclasamiento social desde el punto de vista femenino. Por suerte, cada vez más hombres están haciendo suya esa perspectiva y esa comprensión ha acabado aupándola al gran premio sueco. La escritora ha sido captada por la prensa en plena calle , donde ha declarado sentirse muy “contenta y orgullosa”. Es, ha asegurado, "una especie de justicia por haber sido testigo del mundo".

Ernaux, que acaba de cumplir 82 años, ha ido cultivando laboriosamente y sin concesiones una escritura autobiográfica, no por el afán de exhibirse sino para indagar en las profundas contradicciones de una vida transformada en literatura. Una vida en la que todas (y todos) nos podemos sentir reflejadas. Ernaux suele decir que no cultiva la autobiografía, aunque sus libros beban directamente de sus experiencias: el amor, la violencia en la casa familiar o el cáncer, sino que persigue un valor mucho más universal, algo que ha llegado a definir como una autoficción de carácter sociológico.

El toque de la autora

Un perfecto ejemplo del toque Ernaux podemos encontrarlo en una de sus grandes-pequeñas (por extensión) novelas, ‘El acontecimiento’ -recientemente llevada al cine por Audrey Diwan- en la que detalla con la frialdad del registro el aborto clandestino y vergonzante al que se sometió cuando era un joven estudiante de 22 años. Corrían los años 60, en un contexto de ilegalidad –la despenalización del aborto llegaría a Francia en 1975- y el libro logra trasmitir esa defensión y ese miedo a partir de detalles relatados con su prosa neutra y sintética que quizá no querríamos recordar: las agujas de calceta como improvisado instrumento quirúrgico o la feroz visita a la abortera que se deshará del feto por la taza del váter.

No hay reivindicación ni juicios políticos, apenas lamento. Solo narración austera en apenas 120 páginas de unos hechos recordados desde el año 2000, momento en que se escribe la novela. Sin embargo, ‘El acontecimiento’ adquiere en el 2022 una lectura mucho más amplia, no solo para las mujeres que lucharon por el derecho a abortar en el pasado sino también como testimonio para detener el avance de las pretensiones de la ultraderecha en Estados Unidos.

En sus inicios, buena parte de la crítica le fue esquiva. Un estilo tan esencial que apenas parecía estilo. Demasiado obscena, especialmente con ‘Pura pasión’ que muestra sin tapujos y con diabólica precisión ernauxiana todas las derivadas de una obsesión erótica, concebida como una adicción. Demasiado trivial para ser tomada en serio: hablar de nimiedades como el tedio matrimonial (‘La mujer helada’), el Alzheimer de la madre (‘No he salido de mi noche’) o los hipermercados como espacios afectivos (‘Mira las luces, amor mío’) no la ha ayudado. Ernaux, sin embargo, se ha mantenido en su sitio, han sido los tiempos los que han cambiado: ha llegado el Me Too y la autora ha cosechado una mayor compresión y respeto. El de las lectoras (y los lectores) ya lo tenía.

Con 'Los años', la consagración

El cambio en la consideración crítica se produce unánimemente con ‘Los años’ (2008) que es hasta el momento su libro con mayor y mejor recepción –premiado con el Marguerite Duras, el François Mauriac y el Strega europeo-, posiblemente porque la guíe una intención más amplia e histórica: se trata de hacer muy evidente el retrato sociológico generacional contando una vida, ya no tanto en primera persona del singular, como en la primera del plural, relatando los acontecimientos históricos que la (nos) marcaron desde los años 40 a la actualidad En España, ha sido publicada profudamente tanto en castellano como en catalán (en Tusquets, Cabaret Voltaire, Angle) y la concesión del prestigioso Formentor en el 2019 fue definitoria para su reconocimiento aquí.

Nacida en Lillebonne, un pueblecito de Normandía, hija de obreros que más tarde fundaron una tienda de alimentación, Ernaux fue una estudiante ejemplar. Entonces se llamaba Duchesne, su ‘nomme de plume’ llegó con su matrimonio con Philippe Ernaux, padre de sus dos hijos de quien se separaría en los años 80. La autora utilizó esas cualidades para huir de ese ambiente provinciano por el que sentía un rechazo teñido de culpabilidad hacia sí misma. Gracias al sistema de meritoriaje francés, logró estudiar primero en Ruán y más tarde en Burdeos hasta convertirse en profesora de literatura en un instituto en Annecy. Ese sentimiento de haber escapado de un medio mediocre e ignorante, el de sus raíces, ha marcado también buena parte de su literatura con un fuerte sentido de desclasamiento, de no pertenecer a su origen social, pero tampoco acabar de sentirse cómoda con la intelectualidad francesa. ‘La vergüenza’, una mirada muy poco compasiva a la normalidad con la que sus padres vivían la violencia familiar, explora esa zona.

La mujer política

En el terreno político la autora es una mujer comprometida que se ha posicionado repetidamente en contra de Macron y a favor del izquierdista Melenchon. En marzo del 2020 en plena pandemia, la autora dirigió una carta abierta al presidente por su gestión de la crisis sanitaria del covid. “Ha hecho oídos sordos a los gritos de alarma del mundo de la sanidad. El Estado que cuenta su dinero se va a ver obligado a contar sus muertos”, escribió con su mejor y más depurado estilo.