Diario Córdoba

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ENTREVISTA Aurora Luque Premio Nacional de Poesía 2022

"Me irrita que las humanidades y el mundo clásico se borre de la educación"

La poeta y Premio Nacional de Poesía 2022 participa este lunes en Cosmoversos

Aurora Luque. FRANCISCO GONZÁLEZ

Aurora Luque (Almería, 1962) participa este lunes por la tarde en Cosmopoética como flamante Premio Nacional de Poesía 2022. La poeta, profesora y traductora de textos griegos admite que su compromiso con la sociedad es rescatar a escritoras «invisibles» o desconocidas.

Acaba de recibir el Premio Nacional de Poesía 2022 por su libro ‘Un número finito de veranos’, que ha sido definido como un canto al Mediterráneo, al gozo a la vida…

El mar está de muchas maneras en la obra, en la seducción de las palabras, que hablan de náutica y de mar. La propia literatura del mar me inspira. La primera parte, que se llama Náutica, está construida a partir de términos que me sorprendieron y que salen de un manual que encontré de náutica. El gozo está como un recurso para no ceder a la muerte. Ya que la muerte nos acucia y nos vence finalmente. Pero los momentos de felicidad o de amistad son de resistencia y hay la muerte no entra como en los poemas Euforia o Sobremesa. Es como las bibliotecas, la muerte no va por las bibliotecas, estas tienen mucha vida y los libros son gratuitos. Y el gozo, el placer, es una forma de resistencia a la muerte.

¿Cómo explicaría su libro para acercárselo a los lectores?

Es un libro en el que vuelco mis obsesiones de siempre y es un libro que tiene algo de cuaderno de ejercicios y lo dice Jaime Siles en el prólogo. Tiene algo de recuento de los posibles géneros y subgéneros, acercamientos a la palabra poética con formas que algunas son antiguas y otras, pues, casi que les he puesto un nombre mío, personal. La idea era un recuento de ejercicios de cómo acercarse a un poema y también hay muchas referencias contemporáneas como la del año de la pandemia. Tengo también un poema a las refugiadas afganas de 2021 o a la muerta de Umberto Eco. Es decir que el mundo que me rodea y lo contemporáneo también están dentro del libro. 

Su poesía tiene una buena base de la tradición griega clásica. ¿Creé que el mensaje está vigente?

Sí, no puedo evitarlo. Tengo una relación de amistad con los poetas antiguos, con los autores de teatro como a Esquilo, que le dedico un poema. El mundo clásico no deja de dar mensajes contemporáneos. Parece que tenían una visión que nos abarca. No hemos dejado de tener los mismos problemas y sus reflexiones son validas. Por eso me irrita tanto que las humanidades y todo lo que tenga que ver con el mundo clásico está siendo borrado de los sistemas educativos. Nos vamos a quedar sin ese discurso que es mucho más contemporáneo que el que nos dan otras culturas.

Sin embargo, sí hay una lucha por parte de la sociedad para mantener ese conocimiento, ¿hay resistencia?

Sí, sí hay una resistencia y se ha visto claro con el gran libro de Irene Vallejo y con la cantidad de representaciones y escritos. Hay mucha demanda del mundo clásico, pero hay que tener en cuenta que ha sido por parte de aquellos que nos formamos estudiando latín. Mientras que los adolescentes de ahora, probablemente no tengan esas ganas, porque no han podido estudiar ni griego, ni latín. No habrá nuevas traducciones, ni habrá filología, se va a extinguir, sino se cultiva en la escuela. Creo que la situación es crítica y me veo en la obligación de gritarlo. . Se estudia en los institutos griego como algo exótico, pero ya no hay humanidades sólidas. 

¿Puede afectar esa falta de conocimiento al comportamiento o a la ética de la sociedad?

Emilio Lledó lo dice bien claro. Tenemos que tener conocimientos del momento histórico en el que nace la democracia y la filosofía, en el que la ciencia se separa de la religión, y la libertad de hablar se inventó en Grecia como concepto. La ciudad era un conjunto de personas libres, eso es novedoso en la Historia de la sociedad. Más que el dinero cuenta la libertad para disfrutar de la vida. Nadie quiere irse a vivir a Rusia o a Irán. 

Su impulso de escribir le viene del conocimiento del mundo clásico?

No, fue anterior. Cuando conocí la mitología fue alrededor de los 16 años, cuando empecé a enamorarme de ese mundo. Pero ya antes de niña ya me gustaba escribir y leer poemas, incluso escribí una novela de tema morisco. Mis poemas tenían muchas resonancias de Bécquer, de Juan Ramón o de Lorca. Esos poetas que nos encontrábamos en los libros de texto fueron los que me sedujeron al principio.

Otro de sus empeños es rescatar a escritoras olvidadas…

Sí, es mi compromiso. Es mi compromiso con la sociedad. La palabra olvidadas no señala la causa de la desaparición. No se olvidan, porque nunca se conocieron. Además, se puede olvidar de manera involuntaria. A figuras como María Rosa de Gálvez, Mercedes Matamoros, Renée Vivien o Isabel Oyarzábal no las he rescatado. Lo que he hecho ha sido estudiar sus textos para que sean más asequibles. Fueron, a propósito ignoradas y apartadas del cauce del conocimiento oficial. Se sabía que eran buenas y no se las incorpora al estudio con atención ni dignidad.

¿Mejor, invisibles?

Lo del olvido es demasiado suave. El olvido puede ser un proceso natural o incluso un despiste. Ellas fueron ignoradas, a propósito. A estas no les damos ningún premio, estas no entran en el libro, a estas no las estudiamos. Eso lo sufre Gloria Fuertes o Carmen Laforet. Se empieza a arreglar esta situación en los años 80, 90 y sobre todo en el 2000.  

¿Es exigente como poeta?

Sí, porque cuido la estructura de un poema durante mucho tiempo. Yo creo en la música del poema, El poema es palabra con música, Tiene algo de canción. Un verso que no se queda como se queda un refrán, un estribillo, no lo llevaremos en la memoria y creo que la poesía hay que llevarla dentro. Una vez que se lee el poema tiene que quedarse y la música de las palabras ayuda a agarrarse a la memoria y quedarse como se nos quedaban los versos de Machado. Las personas mayores recuerdan poemas porque eran musicales. Tenían un ritmo que los convertía en memorables. Dejo un periodo de entre cinco años entre un libro y otro. Aunque siempre estoy escribiendo, no me precipito al escribir. El proceso de creación de un libro me lleva entre cuatro o cinco años. Precipitarse te lleva quizás a cansar a los posibles lectores.

Dejó la docencia hace seis años para dedicarse a escribir y a traducir, ¿se considera afortunada?

Más que afortunada, agradecida a la educación que recibí en mi casa y en la escuela pública. Agradecida a las personas que me han hecho amar los libros. Pero, no hay ningún secreto para escribir hay que leer, leer y leer. Los adolescentes prefieren meterse en una tablet a ver videos tontunos que meterse a leer a Shakespeare, que los llevaría volando a mundos maravillosos y que, además, lo tienen de forma gratuita en las bibliotecas. La fortuna para mí es no estar sometida a desgracias como las de las mujeres afganas, ucranianas o de Irán.

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