Notas al aire, libres. Ante nosotros se erige la forma abierta de un concierto de sentidos dirigidos en el Palacio de Viana. Plano elegido por el compositor y guitarrista Isaac Muñoz para definir su ópera prima Calle de la Melodía. Seis pulsos aguardarán a las voces y las manos del cuadro en el desarrollo de la taranta Eternidad. Soledad bella de la guitarra, figura compuesta de carne y madera, en una misma línea, en una misma calle. Esta noche de luz blanca, ella responde con el nombre de Isaac Muñoz. A su vez, los cuerpos del flamenco se bailan descentrados esta noche plena; alejados del mundo, fijados en un mismo escenario por la melodía de la guitarra. De toque rápido, que respira en un soplo de montura de gafas. Segura y concisa, traza un contorno con ocho puntos brillantes: Alba Martos y Mariano Romero son el cante; Luis Dorado, la percusión; Vic Guadiana es el violín; Marco Niemietz es la voz y alma del bajo; y Ana Latorre, imagen del baile a compás marcado por las palmas de Laura Molero y Jorge Del Pino.

        En la escena a media luna las notas transitan. Del fandango Camino Viejo hacia la rumba Algarabía, la línea tejida con gusto atraviesa los tangos Notas del Corazón, la soleá Reditum, las alegrías Calle de la Melodía, la granaína Campo del Triunfo, la bulería Camino Nuevo, la farruca Raíces del Alma y el zapateado Fuente de la Amistad. El sentido lineal que dirige Isaac Muñoz tiene por rostro una continuidad entre sus dedos: diálogo entre la mano derecha e izquierda, distancia que desea una cercanía entre ambas. Los arpegios escogidos por su vibración entre picados componen y deshacen unos bloques armónicos que se disuaden de sí mismos por la gracia del arte: euritmia, de composición efímera, donde el sentido que domina es la piel, superficie de los dedos que prima sobre el ojo que llega tarde. ‘Las notas que salen del corazón, ¿dónde irán?’ A cuatro alturas del azul, el todo musical se yergue ensamblado. Olvida su nombre propio, porque no es de nadie, y sin embargo, se extiende en una forma que hiere: el arte flamenco.

        Calle de la Melodía recuerda a los que no están, a los amantes de la melodía que escuchan desde una altura más; y vive con el baile mecido y deseado desde el segundo plano del violín y la guitarra. Gritan, se miran y nos increpan un cambio de foco constante, pues el cuadro de nueve figuras imprime un movimiento de reencuadre que es propio de toda arte de la representación. Calle de la Melodía, espectáculo del arte jondo donde los sonidos nacen, florecen y perecen a nuestro tacto. Calle de la melodía, las flores naranjas y rosas rechazan su altura para mirarte.