En la tradición ya de lo que podría considerarse un nuevo subgénero surgido en los últimos tiempos, después de exitosas biografías cinematográficas de músicos y cantantes como Charlie Parker, Ray Charles, Johnny Cash, Judy Garland, Aretha Franklin, Elton John o Freddie Mercury. Ahora nos llega la correspondiente a todo un mito: Elvis Presley, según la mirada nerviosa e hiperactiva del cineasta australiano Baz Luhrmann. Ya dio muestras de ello cuando intentó revitalizar y renovar el género musical en Moulin rouge (2001), pero esto es otra cosa. Lo primero que debería haberse planteado es si realmente sería conveniente un ritmo tan trepidante y una cámara tan excesivamente loca y vivaz para contarnos la vida y obra de este genio. No obstante, lo que fundamentalmente se nos cuenta es la relación o, más bien, el hostigamiento del cantante por parte de un astuto mánager, que para saldar sus deudas personales se aprovechaba del artista a base de contratos leoninos y constantes chantajes emocionales, acercándose su relación a la del amo y esclavo, aunque se ocultara en una farsa paternofilial.

Las interpretaciones son impecables, no sólo la del actor Tom Hanks, en el papel de este descubridor de talentos y representante aprovechado que explota al artista hasta límites insospechados, también hay que resaltar el mimetismo del actor principal (Austin Butler) para convertirse en Elvis, no sólo a nivel de presencia física sino también con su voz, ya que es el actor quien canta evitándose el engaño del playback.

La cinta tiene bastantes aciertos, aunque no es uno de ellos la duración (159 minutos son excesivos), por ejemplo. Sin embargo, además de las buenas interpretaciones, también se acierta en la selección e interpretación musical y en la escritura de un guion donde se nos va dosificando la información para que, finalmente, el espectador se introduzca en las situaciones más dolorosas de alguien que siempre brilló con su voz y movimientos de cadera que tanto ofendían a quienes le censuraron y limitaron su libertad, porque como buen artista supo cantar aquello que no podía decir, como le aconsejaron.