Yo Serrana me declaro. Yo Serrana renazco ante estos ojos, una vez el telón ha sido recogido. Unas raíces nos hablan de su arraigo a la tierra, y su verticalidad robusta y de follaje aéreo empieza a salir al frente, desnudo desde el inicio hasta su fin. Desnudo porque Serrana, basada en el romance La serrana de la Vera, trata de un recuerdo colectivo, de una identidad de múltiples caras y de un mujer. Serrana es deidad, es imagen y tan real como la voz que sobre ella canta. La directora, dramaturga y coreógrafa cordobesa Ángeles Vázquez Ortega estructura una forma alternante de lo moviente de los cuerpos sobre el escenario y lo estático de los rostros proyectados; la danza y la oralidad literaria de un romance en devenir. Paradójico es que el impecable trabajo audiovisual de Víctor Vaquero González e Israel J. Espino haya configurado un espacio ideal donde los testimonios de rostros reales tejían la imagen de Serrana, quien por su parte y de frente a ellos, era encarnada y visible ante nosotros. Era libre de lo que de ella se ha versado, porque por ser múltiple en su recuerdo, se extiende en forma de movimiento. Yacerá sobre esta superficie limpia y ausente, de iluminación concisa y cercada, diseñadas por el codirector Juan Antonio Moreno. Unida por la rigidez de las varas, Serrana es anclada a la tierra. Serrana es dinámica como el aire, y fluyente y versátil como el agua. La iluminación lateral permite reconocer que la curvatura de una cuerda es finita, pues su extremo más lejano huye del encuadre. Un ahorcamiento con la soga, una muerte que baila entre los giros que el cuerpo de Álvaro Murillo le induce con dureza. No, no será ahorcado. Será un sufrimiento que se azota, que se prepara para morir en un eterno gesto que luchará con su fin. 

'Yo me encontré contigo, cara de rosa'. El excelente trabajo, talento e implicación de los bailarines Clara Ferrao Diz, Álvaro Murillo y Stefano Fabris, han permitido su imbricación en un mismo organismo: en un mismo sentido, el de la Serrana de Vera. Serrana, la Poderosa que presenta grácil Clara Ferrao, que caza hombres, que los posee bajo una única luz que ella dispone, pues ella era libre y liberada, sexual y deseada, mujer y mito. Serrana, la Víctima, será cazada, humillada por su gesto impedido, en una poética teatral firmemente descrita. Ya no saltará. Ya no volará entre los planos porque su libertad ha sido arrebatada. Serrana, la Sometida que aceptará lo que no quiere, que se conformará. La imagen arde. Y los gestos se tornan temblores, captados bajo la luz y sobre su fondo. Se revela entonces la forma sentida de los cuerpos de Clara Ferrao y Stefano Fabris sobre la imagen proyectada, y cómo se comunican las sombras sobre las formas audiovisuales. Figuras de distinta naturaleza, movientes o estáticas, todas hablan en romance porque están en equilibrio. Estas imágenes, minimalistas y acordes con la vibración que logra la composición musical de Milo ke Mandarini, componen la estética contemporánea y figura entorno a una mirada colectiva que revive por medio de la danza de Serrana.

Oral y en movimiento de cambio, pero nunca visible, Serrana de la Vera está presente, porque es recordada. La cadencia del romance se ralentiza quedando en segundo plano, mientras las figuras protegen su rostro múltiple con una piel de calavera. Tiempo lento en tres cuerpos detenido. Silencio. Serrana queda aguardando en una cueva a todo rostro que la piensa.

 'Y aún en la memoria de esta tierra sigo viva'.