La ucraniana a la que se refiere el título de esta previa podría haber sido Oksana Lyniv, natural de Brody, ciudad costera al sureste de Ucrania. Pero no. Oksana nos visitó por primera vez la temporada pasada, dejando, al frente de la Orquesta de Córdoba, una imagen fulgurante, como la de un meteoro cruzando el cielo. Inolvidable Cuarta de Beethoven, con la orquesta rindiendo a máximos pocas veces vistos. Este de ahora iba a ser su concierto de retorno, tras la consagración veraniega en Bayreuth, como primera debutante-mujer, y con un Holandés Errante de una precisión weberiana que solo había logrado anteriormente Clemens Krauss. Pero cuestiones de agenda impiden la tan deseada vuelta, para pasmo de la melomanía local, siendo sustituida por el alemán Heiko Mathias Förster, futuro titular de Baden Baden. Un regreso frustrado, con permiso del señor Förster, del que rogamos pronta reparación a la intendencia de la orquesta.

Tampoco era ucraniana María Antonia Walpurgis de Baviera, como su propio nombre delata. Princesa bávara, de sólida y exquisita formación académica desde la infancia en todo tipo de materias, masculinas y femeninas, sean ellas la pintura, la música o la poesía. En aquellas cortes centroeuropeas tan bulliciosas de música, María Antonia tuvo el coraje de atreverse y ejercer como compositora operística, de la que el programa trae, como botón de muestra, la obertura de su ópera Talestris, reina de las amazonas, un cuento de amor-rivalidad entre una amazona y el rey escita Orontes de inspiración mitológica, tan cara en la época.

La ucraniana a la que nos referimos, finalmente, motejada como La Roxelana, era en realidad la celebérrima mujer de Solimán el Magnífico, la Sultana Rossa, Hürrem Haseki Sultan, mujer fuerte, influyente en asuntos de estado, famosa por su inteligencia y su capacidad política, cuya vida fue un relato de superación desde la esclavitud del harén hasta el gobierno en la sombra del sultanato.

Ella pertenece, sin duda, a esa estirpe de reinas y princesas renacentistas, de las que poco se habla y que dibujan un relato paralelo e ignoto de lo que podía haber sido una historia de Europa más amable y deseable. Reinas y princesas que tuvieron un rol predominante en los tratados de paz y periodos de esplendor de sus respectivos reinos. Tiziano la pintó en la cúspide de su belleza. El gran Haydn la homenajea, rescatando una antigua canción inspirada en ella y componiendo a partir del material popular unas variaciones para el segundo movimiento de su sexagésimo tercera sinfonía. El programa se completa con la bella Quinta del checo Antonin Dvorák.