A punto de cumplir 20 años de un primer disco del que nunca estuvo muy orgulloso ("Me estoy reconciliando con él", anuncia), Manuel Carrasco repasa qué queda de aquel hijo de una modesta familia dedicada a la mar en un pueblo de Huelva tras consolidarse como un superventas que llena estadios con sus conciertos.

«Aún no me he acostumbrado a ganar y de hecho sigo pensando todo el tiempo que voy a perder. Por eso, cuando todo el mundo ve algo bien, yo sigo viéndolo mal. Soy muy exigente y quizás eso me ayuda a seguir creciendo. Nunca me he relajado», cuenta en el día del lanzamiento de Fue, su nuevo sencillo, con el que ha sorprendido a los viajeros del metro de Madrid con una acción sorpresa.

Hacía mucho que no bajaba al suburbano, reconoce este onubense de pro que tras su salida de la Academia de Operación Triunfo 2 vivió durante muchos años en las calles más céntricas de la capital, por donde ahora tampoco pasa a menudo, reconoce. Ahora vive en las afueras, en una casa más grande, pero ratifica la importancia de seguir aferrado a su pasado, especialmente a su niñez sencilla, saboreando la derrota en congregaciones de carnaval.

«Cada vez estoy más cerca de aquel niño. Al menos de manera más consciente, porque siempre me ha acompañado. Eso ha permitido que hiciese una carrera tan mía y tan reconocible, con esa raíz de la que estoy muy orgulloso y que me hace distinto. Hay quien lo ve como un cliché de música andaluza, pero para mí es lo más auténtico del mundo. Como los cantantes de música urbana, yo digo: ‘De Isla Cristina para el mundo’, con mi acento para el mundo», afirma. Su paso por OT 2, donde acabó en segundo lugar, lo convirtió de la noche a la mañana en un rostro famoso, una fama que tuvo que aprender a gestionar.

«Donde más se necesita el consejo es cuando sales de la Academia. El ambiente, la industria, los focos, que te hagan sentir importante... eso te confunde a los 20 años. Nada es real ni tan de color de rosa como te hacen ver. Aprendes equivocándote», comenta. Aquel «aprendiz» de artista es hoy «mentor» de otros jóvenes valores a través de programas como La Voz, pero asegura que él no deja de recibir lecciones.

«Aunque suene a tópico, pienso que no sé nada. Antes creía: ‘Me van a pillar. Se van a dar cuenta de que estoy engañando a todo el mundo, porque tan bueno no soy’. Entonces alguien me dijo: ‘Pues sí que te crees tú con fuerzas para engañar a tanta gente al mismo tiempo’», confiesa.

Aquel primer disco

Con la mitad de su próximo álbum listo, hasta el más reciente, «La cruz del mapa (2018), atesora ocho discos de estudio, la mayoría con categoría de platino, como ilustran las certificaciones que se ha permitido colgar por primera vez en las paredes de su casa, incluidas las 200.000 copias de aquel Quiéreme (2003) con el que todo empezó, aunque siempre le haya costado asumirlo como propio. «Nunca hasta ahora los había puesto en casa y con ese, pensé: ‘Venga, voy a colgarlo también’. Estuvo mezclado con muchos tintes diferentes, con la experiencia personal que tuve y siempre me costó mucho. Pero digamos que me he reconciliado. Forma parte de mis huellas», afirma de un álbum al que solo aportó cuatro temas.

Desde entonces, gestionar íntegramente sus proyectos se ha convertido en una máxima irrenunciable. «Escucho mucho a la gente de mi confianza y pido consejo, pero soy muy exigente y la experiencia me ha dicho que tengo que serlo hasta el último minuto. Cuando me relajaba, las cosas no salían como yo quería», indica.

Ese sentido del control, precisa, no le impide aplicar una empatía sobre su equipo que echó de menos como empleado: «Tuve muchos jefes en mi vida y la gran mayoría, sobre todo al principio, fueron malos jefes. No me trataban muy bien y por eso tengo esa sensibilidad bastante desarrollada. Yo intento cumplir con el ejemplo: soy el primero en llegar y el último en irme».

Hijo de una familia de cinco hijos, ya no vive con apreturas económicas, pero asegura que no ha perdido la conciencia sobre el valor del dinero. «He tenido muchas luchas mentales con eso. Por mucho glamour que parezca que haya, uno sigue siendo el del pueblo. Te puedes comprar un coche y permitirte ciertos lujos que te has ganado, pero otra cosa es lo que eres por dentro», dice al citar casos similares de crecimiento como el de Cristiano Ronaldo. «Yo creo que él también tiene al chaval de Madeira bastante despierto, si no se habría acomodado en los primeros escalones», reflexiona el autor de No dejes de soñar, el mismo que grabó un disco con formato orquesta en los mismísimos estudios de Abbey Road de Londres y el que se atrevió a tocar ante 50.000 almas en plazas gigantescas como el Wanda Metropolitano de Madrid. «Nunca hubiera pensado hacer todas estas cosas. Han sido de a poquito. Y, sobre todo, ahora no siento esa obligación», concluye. H