La relación de Antonio Bujalance con la pintura es de pasión recíproca desde que el artista sostuvo el primer lápiz. Nacido en Doña Mencía, se formó en la escuela de Bellas Artes de Sevilla, la de pintura de Barcelona, y en las de cerámica de Valencia y Burgos, aunque la vida le llevó de nuevo a la escuela de Artes y Oficios de Córdoba, en cuyo museo de Bellas Artes se exponen ahora obras de sus fértiles y variadas etapas.

¿Por qué decidió donar varias de sus obras al Bellas Artes?

No es la primera vez. Hace años, en 1991, doné varios cuadros sobre la degradación de la naturaleza, un tema que viene preocupándome desde hace tiempo.

¿Esa inquietud estuvo presente en su exposición de 2019 en la Escuela de Arte Mateo Inurria?

Sí. Siento mucho el deterioro de la naturaleza porque es la vida de todo, es nuestra vida. Esa exposición trató concretamente esa decadencia del medio natural.

¿No le parece llamativo que un autor de su generación esté tan atento a los problemas actuales?

Pienso que el artista debe reflejar los problemas de su tiempo. Es algo natural, del mismo modo que en siglos anteriores los artistas se dedicaron a reflejar los problemas que tenían cerca. Los temas por excelencia de la pintura en la antigüedad fueron los relacionados con la fe religiosa. Pero estas preocupaciones han ido cambiando naturalmente en el tiempo y siendo reflejada de manera distinta por los artistas en sus obras.

¿Cómo sobrevive el proceso de la pintura en un mundo cada vez más acelerado?

Sí, el mundo en el que vivimos está cada vez más acelerado, parece que todo va deprisa, que debe desarrollarse lo antes posible. La pintura y el arte van a otro ritmo distinto. El autor, pintor, escultor, el escritor, se para, siente un tema y lo refleja, indistintamente de la prisa o del ambiente acelerado que se vive. El creador necesita tiempo para reflexionar sobre lo que de verdad siente.

«El mundo en el que vivimos está cada vez más acelerado. La pintura y el arte van a otro ritmo»

¿Está trabajando actualmente en ese tema? ¿Sigue pintando?

Sí, sí. Desde los cuadros primeros de 1991, a raíz de la exposición de 2019 en la Escuela de Artes y Oficios, retomé el tema y todavía sigo tratándolo, reflejando aspectos que están afectando tanto a la vida, como la proliferación de plásticos, los incendios y otros desastres que están atacando a la naturaleza.

En estos nuevos trabajos, ¿parte de modelos o más bien hace uso de sus procesos internos?

El primer cuadro que elaboré respecto a este tema, en 1991, surgió del impacto que me produjo una fotografía que vi en un periódico a cerca de un desastre ecológico producido a causa de un vertido de petróleo en el mar. En la imagen se percibía un cormorán que no podía levantar el vuelo porque estaba lleno de fuel. Me produjo una gran impresión y a partir de entonces he sentido muchísimo ese tema, por ello lo retomé tras tantos años.

¿Es un artista que también pinta las emociones?

Claro, es que el arte necesita la emoción para fijar los sentimientos profundos. Aunque eso le ocurre también al poeta, al escritor, a todo aquel que expresa sentimientos con la técnica.

¿Alguna vez ha perdido la inspiración?

Nunca, porque es mi auténtica vocación desde que soy un niño. Estoy constantemente con mi pintura, con dibujos o ilustraciones. Cuando estuve colaborando con Diario CÓRDOBA para Cuadernos del Sur, cuando lo dirigía Antonio Rodríguez, realicé numerosas ilustraciones, varias de las cuales se encuentran en la donación que hice en 2017 al Bellas Artes y que se exponen estos días.

«El arte necesita de la emoción para fijar los sentimientos profundos, le ocurre lo mismo al poeta»

¿Llegó a conocer a alguna de las personalidades que retrató para Cuadernos del Sur?

De los poetas llegué a conocer al ya fallecido García Baena, a Carlos Clementson, que es muy amigo, entre otros con los que compartí muy buenos momentos.

Es destacable su trabajo con las vidrieras. ¿Plantea volver a realizarlas?

Siempre me han interesado. He trabajado en varios encargos en mi trayectoria. Es un tema completamente distinto en técnica y procedimiento a la pintura, porque tienes que pintar directamente sobre el cristal. Aunque antes debes hacer bocetos, una plantilla a tamaño natural para indicar las piezas del cristal, con sus colores, es un proceso realmente interesante. Yo ya soy mayor, pero todavía tengo ganas de trabajar y si me encargan una vidriera que me interesa y me gusta pues la haré.

¿Sigue mirando al firmamento como en sus pinturas galácticas?

No he tenido un tema continuo sobre la pintura. Hay pintores que prefieren un tema y de ahí prácticamente no se salen. Hay paisajistas que pueden tirarse una vida haciendo paisajes porque es lo que sienten, lo que les gusta, y esto es muy normal. Otros tienen preferencia por los bodegones, o por los retratos. Yo he ido abordando distintas facetas según el momento y según mi interés. A mí siempre me han interesado el paisaje y la naturaleza. Llegado un momento pensé que si los paisajes se representan a vista del horizonte, ¿por qué no hacer algo más innovador? Quise abordar los paisajes del firmamento y las nebulosas desde mi imaginación. Esto me dio la oportunidad de abordar la pintura de manera muy libre, sin figuraciones y jugando con los colores.

¿Esa pintura le llevó a abordar el caos primigenio?

Uno siempre está dándole vueltas a la cabeza. Hice una serie de seis cuadros sobre el caos primigenio y la titulé así porque representaba el caos que, según indica la ciencia, supuso el origen del universo. Solo conservo tres de esos cuadros porque una galerista obtuvo el resto para exponerlos en Alemania, en diversas galerías, y se vendieron.