Cada plano es un cuadro, una obra de arte. Mucho tendrá que ver la muy estudiada dirección de fotografía de Jean-Marie Dreujou: bellísimas y exquisitas composiciones inspiradas lumínica y cromáticamente en precedentes de la Historia del Arte. Quizá sea esto lo que más llame la atención y quede para el recuerdo de la película que ha escrito (en colaboración con Nicolas Boukhrief) y dirigido Eric Besnard (también era suya la comedia romántica Pastel de pera con lavanda, de 2015). En esta ocasión, se nos presenta una especie de recreación histórica (la acción está situada en Francia, durante 1789, en vísperas de la Revolución) en forma de drama culinario con tintes de comedia romántica, donde la protagonista es la cocina y los productos que realiza un chef (Grégory Gadebois), recién despedido por un ridículo aristócrata (Benjamin Lavernhe), ayudado por una misteriosa mujer (Isabelle Carré) que aporta cierto cariz de suspense.

Reconvertir una vieja y olvidada posada, eso sí, situada en plena naturaleza, con un inigualable marco campestre, en el primer restaurante de la Historia, donde cualquiera pueda acudir a degustar las delicias de su creador gastronómico será el objetivo de este artista de los pucheros; en definitiva, democratizar la buena comida y los placeres del buen gusto. El trasfondo político, sin duda, está muy presente aunque casi siempre situado fuera de campo, lejos del meollo del relato, llegando hasta allí en forma de noticias procedentes de la corte. El cruce entre política y gastronomía está muy conseguido, tanto como la ambientación que se consigue en cualquiera de los apartados que recrean una época, la del siglo XVIII, gracias a los departamentos de vestuario, maquillaje y peluquería, dirección artística…

No obstante, como digo, la injusta situación opresiva sobre las más bajas clases sociales y las consecuencias que se vivirían se muestran y se atisban, respectivamente, en esta producción de casi dos horas (112 minutos) que se disfruta y degusta con la vista y el oído, a falta de sentir con el gusto los estéticos bodegones que se presentan ante la cámara.