No es usual que dos películas de un mismo director coincidan en cartel, como ha ocurrido con lo último del británico Ridley Scott. Cuando se estrenaba La casa Gucci aún permanecía programada El último duelo. El director que arrancara su extensa y exitosa filmografía con Los duelistas, allá por 1977, nos introduce ahora en un caso del que ya se ocuparon las crónicas sociales de la época. En forma de sátira, se embarca en este drama criminal sobre la familia italiana que regentó la sofisticada marca de diseño que nombra el título del filme. Concretamente, el guion está basado en el libro de Sara Gay Forden y se centra en el asesinato, a manos de unos sicarios contratados por la esposa, del nieto del fundador del imperio. La película, temporalmente, transcurre desde que la futura esposa conocida como La viuda negra de Italia, pese a las reticencias del suegro, conoce a Maurizio Gucci hasta que decide encargar su asesinato. No desvelo nada, pues son más que conocidos los hechos. El filme tiene una duración de 157 minutos; sin embargo, gracias al buen ritmo que imprime Scott a la acción y los diálogos, así como el recital interpretativo que se marcan Adam Driver, Lady Gaga, Al Pacino, Jeremy Irons, Jared Leto, Salma Hayek... y tantos otros, no se me hace largo.

Hay que poner especial énfasis en los trabajos que han realizado cada uno de estos intérpretes, construyendo sus personajes con la maestría que les caracteriza, véase como ejemplo cómo se transforma para la ocasión Jared Leto, que realiza todo un espectáculo de interpretación, frente a la contención de otros como Jeremy Irons. Lady Gaga también consigue una importante transformación física para su papel en un personaje de lo más hortera, Pacino está como siempre está últimamente, con esos gestos y andares tan característicos, y, por supuesto, el actor de moda que es Adam Driver vuelve a cumplir como protagonista y consigue recordarnos a la persona que encarna, a Maurizio Gucci. Todos han sabido sobradamente construir la caricatura que les ha correspondido. Por mucho que les pese a los retratados.